Juan Castronuovo, el hippie de Dios que anticipó la pandemia

Esta nota fue realizada en diciembre del año pasado, cuando en Argentina unos pocos informados conocían la existencia del coronavirus en una lejana ciudad de China. Sin embargo, en el final de la conversación, Castronuovo advierte que “caerá” sobre el mundo “una grave enfermedad” y que los próximos meses serán “duros y cruciales”. Esta es su profecía y su perfil.

Seguramente alguna vez haya visto a Juan Castronuovo, el viejo de 70 años que predica el evangelio en la laguna Don Tomás. Y si no lo conoce, o no escuchó de su parlante hablar a los pastores que anticipan el fin del mundo, se lo presento: un día Dios le dijo que tenía que venir a Santa Rosa porque la gente en esta localidad “últimamente está muy pecadora”, entonces el hombre no lo dudó, se compró una combi -que es su hogar- con la herencia de su padre, y dejó Escobar, su ciudad natal, en provincia de Buenos Aires. Quiere enderezarnos el camino, de modo que todos los días de 3 p.m. hasta la nochecita se aposta principalmente en la laguna y enciende su parlante desde donde predica la palabra grabada –pero no por eso menos divina– de algún pastor. 

-¿Qué hace, viejito, todos los días predicando la palabra del Señor?

-Quiero cambiarle la vida a la gente, me gustaría poder hacerlo para ayudarlos porque a mí Dios me ayudó mucho.

-Tamaña empresa… ¿cómo se llama?

-Juan Castronuovo.

Juan Castronuovo vive como piensa, es decir, de acuerdo a sus creencias. Y esto, naturalmente, tiene su costo: es muy probable que si uno comienza a descascarar las máscaras de la cara y elije un camino tozudamente a seguir, es muy probable que en algún momento uno atente contra sus propios intereses y termine por quedar solo, solo contra el mundo, o solo con el mundo.

-¿Anda siempre solo?

-Sí.

-¿Y no se cansa de insistir y ver que a nadie se le endereza el pescuezo?

-No, mijo, no, porque yo amo a las personas. (El viejo suspira y se agarra el pecho)

-Y antes de hacer esto, ¿no las amaba?

-No, antes las quería pasar por arriba.

-¿Cómo es eso?

-Claro, yo era colectivero.

-Siga…

-Antes tenía mucha bronca. La gente puede ser muy malvada. Vivía en Buenos Aires, y ahí las personas son duras. Yo trabajaba de chofer (ahora soy jubilado) y en esos momentos me acuerdo que muchas veces arrinconaba a los conductores para que muerdan la banquina. Así de envenenado estaba.

-¿Y cómo fue que cambió?

-Fumaba 3 atados de puchos. Un día le dije a Dios “eh Dios, ayudame a dejar de fumar”. Y el 25 de abril de 1980 a las 14.10 dejé de fumar. A partir de ahí profundicé en esto y empecé a amar a las personas. 

-Antes eras un loco del Diablo…

-Y ahora soy un loco de Dios.

-¿Y cómo ves a la sociedad?

Pervertida. Muy cerca de Sodoma y Gomorra. Quizá peor.

-¿Para tanto, Juan? ¿No estará exagerando?

-Para nada. Yo vivo en la calle, mijo, si vos supieras…

-Cuénteme.

-No podría… Un día me enojé y dije “Dios, por qué no hacés llover así todos estos pecadores se arrepienten”.

-Quiero imaginarme que usted, señor puritano, está en celibato.

-Por supuesto. Hace unos 4 o 5 años.

-¿Y no extraña el calor de una mujer?

-No, Dios me ayuda a soportar eso. Tengo que ser coherente con mis creencias. 

-Y en su religión, ¿hay mucha hipocresía?

-Por todos lados. Los católicos son los peores. Pero los pastores evangélicos también no se quedan atrás. Andan en 4×4 y todo. Hacen de esto un negocio. Yo vivo así, tengo en esa combi -que es con lo que predico- mi camita y mi cocinita. 

-Es usted un hombre muy honrado, Juan. 

Juan no cree en los pastores ni en las iglesias, las considera corruptas porque se quedan con el diezmo de las personas y viven una vida ostentosa: tienen una doble moral (ni hablar de los católicos que “van los domingos a la iglesia, y los lunes a robar”). He ahí la diferencia fundamental de Juan: él no se recuesta sobre ninguna colectividad para sacar provecho, él vive una vida austera como Dios manda, y viaja de un lado a otro para llevar la palabra sagrada. Es un hippie de Dios.

-Debo decirte, mijo, que el tiempo venidero será muy duro

-¿Cómo?

Se aproximan momentos cruciales, momentos de mucha tragedia y dolor. Caerá sobre nosotros una grave enfermedad. Nosotros empezaremos a palmar como moscas. Acordate lo que te digo. Todo el mundo estará apestado. El mundo cambiará. Será una manera de que la gente se dé cuenta.

-No exagere, ¿qué quiere decir? ¿que se de cuenta de qué?

Una grave enfermedad caerá sobre nosotros, sobre el mundo! Ya estamos enfermos, pero del alma, lo que se viene es una enfermedad del cuerpo. No es que yo lo quiera, pero ocurrirá muy pronto. Es que se llegó a un punto extremo de la impureza que la única manera de entender y de cambiar va a ser esa. Y ahí estaré yo para ayudar a los arrepentidos.

-Usted tampoco se va a salvar, Juan, a usted lo llamarán “efecto colateral”. Llegado el caso, esta enfermedad de la que habla no tendrá piedad por nadie.

-Yo sí me voy a salvar de todo eso. Porque justamente estoy acá para que cuando ocurra, pueda atender a los arrepentidos. No sé qué provocará esta enfermedad, si una muerte instantánea para que el resto aprenda, o a la gente se le empezarán a caer los brazos, las piernas. Honestamente no lo sé; pero entonces, a lo que queden sin brazos, sin piernas, ahí estaré yo para ayudarlos. A los que queden sin cabeza no porque sería muy raro dirigirme a una persona sin cabeza… pero a los otros sí. De esa manera uno los vas a poder convencer y van a entender.

-¿No es un método un poco extremo para querer convencer a alguien, Juan?

-Yo no manejo esas cosas, es lo que va a suceder, mijo.

-Habrá que esperar a ver qué pasa. Cuénteme cómo es su día.

-Soy jubilado. Me levanto al mediodía… porque madrugan los tontos.

-¡Pero qué dice! No es que al que madruga Dios lo ayuda.

-Macanas, mijo, macanas. Entonces me preparo el desayuno: un tazón de leche con avena, dos naranjas, una banana y un huevo duro y con eso tiro todo el día hasta la noche que morfo una masita. Dejo la combi en la terminal, donde duermo. Tengo un amigo que a veces me da una mano. Ahí agarro wifi, y es donde estudio la biblia y veo videos.

Está dos veces divorciado, vive en una pequeña combi íntegramente tatuada con imágenes y frases radicales de la biblia y quiere cambiar el mundo antes de que llegue la sentencia final. Dice que acá las autoridades “son piolas” porque no lo multan como en Escobar, pero muchos se quejan del parlante. Considera que las personas en Santa Rosa no le dan mucha “bolilla”. 

-¿Y le cambió la vida a alguien?

A muchos. Acá la gente es un poco parca, pero algún conocimiento les he trasmitido. El otro día mientras dormía Dios me dijo que vaya a Castex. Estuve 1 mes e hice más amigos que en Santa Rosa durante un año, por allá la gente por ejemplo te pregunta “cómo estás” y te mira a los ojos. Les estuve predicando al equipo de fútbol y los hice sacar campeón, bah, fue Dios. Así que re bien me fue, che.

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