A un mes del último adiós a Francisco: la travesía de un grupo de misioneros que peregrinó desde Luján a San Pablo para visibilizar su legado

De Luján a San Pablo, casi dos mil kilómetros a pie. Ocho personas partieron de una forma y regresaron de otra. Viento, frío, calor y lluvia. Más de dos meses en peregrinación con una virgen de diez kilos sobre los hombros. Hubo extravíos, temores y angustias. También paz y momentos de éxtasis.

¿La ambición? Ser los pies de María, los zapatos de Francisco. ¿La razón? Unir fe y lucha, apoyar a Lula en Brasil. ¿El momento? La pospandemia: el gran viaje tras el encierro.

La idea fue de Gabriel “Pato” Duna. Inspirado por el legado del Papa, el proyecto surgió en 2021 como una forma de respaldar a los excluidos frente al ascenso de las extremas derechas, y tomó forma un año después. El 7 de agosto de 2022, como cada año, peregrinaron a San Cayetano junto a miles de fieles. Pero cuando los demás regresaban a sus rutinas, ellos alzaron a la Virgen María, al Negro Manuel, y miraron hacia el norte.

De San Cayetano fueron a Gualeguaychú, donde pasaron cinco días en la zona ribereña. Luego Goya, Corrientes, unos días en Itatí, y más tarde Misiones, que recorrieron durante una semana. Caminaban a un ritmo de 4 km por hora, entre 13 y 14 horas por día. “Éramos como la tribu zulú”, dice Duna. Pasaron por barrios humildes, asentamientos, basurales.

Llevaban mochilas, poca ropa, una carpa, una guitarra, dos imágenes de la Virgen, una del Negro Manuel. Sufrieron la falta de yerba y de un sacacorchos. Cruzaron la frontera a pie y consiguieron seis pasajes para atravesar la selva hasta Curitiba (donde pasaron una semana). Finalmente llegaron a San Pablo. El Papa se enteró del viaje y les envió su bendición a través del obispo de Brasil.

“Cuando caminás, no volvés nunca al mismo lugar”, reflexiona Duna.

Este grupo —presente en manifestaciones como la última marcha antifascista o el reclamo por Pablo Grillo— lo encabezaba Gustavo “Pato” Duna (60), albañil y empleado municipal. Lo seguía Soledad “La Flaca” Basualdo (40), vendedora de café en el tren y responsable de la Casita de la Virgen en Luján. Alejandro Unrein (50), vive en situación de calle; su domicilio es la estación de Morón. José “Nacho” Conpiano (27), changarín, terminó sus estudios al volver. Antonio “Chavo” Rodríguez (60), duerme donde lo vence el cansancio, cumplió su sueño: conocer Brasil. Y Sol Iara Colicigno (16), que antes del viaje atravesaba una adolescencia turbulenta.

Para ellos, peregrinar es un acto de resistencia y libertad. Buscan plenitud. Como la serpiente que deja su piel, quisieron dejar atrás una parte de sí. Aseguran que es un viaje sin regreso. “La peregrinación nunca termina”, dice Duna.

Paradójicamente, los instantes trascendentales ocurrían cuando se perdían. En esos extravíos aparecían personas que, al ver a la Virgen, se desplomaban en llanto, familias en villas donde celebraron cumpleaños de niños con hambre o desconocidos que les transmitían saberes que ignoraban.

Perderse, sin embargo, podía ser riesgoso. Caminar diez kilómetros de más en una jornada significaba una carga excesiva sobre cuerpos —especialmente pies y espaldas— ya castigados.

No todos los momentos fueron agradables. Una noche, en San Pablo, bajo el gobierno de Bolsonaro, caminaban detrás de la imagen de la Virgen. Uno de ellos llevaba una remera de Lula que les había regalado la hinchada del Corinthians. Se extraviaron y tomaron una avenida en penumbras, vigilada por grupos de personas intoxicadas que los observaban en silencio y se acercaban. Tampoco podían comunicarse.

La fe también flaqueó otra noche, particularmente fría. A uno de los peregrinos se le inflamó un testículo por la picadura de un insecto. El hospital más cercano estaba a 120 kilómetros. Estaban en la frontera entre Corrientes y Misiones. Dudaron si lograrían su cometido.

El momento de mayor desesperación ocurrió en una favela, en un lugar conocido como “El Microondas”, donde quemaban cuerpos de víctimas del Covid. Iban a rezar al hospital cuando una camioneta del narco los interceptó, les cubrieron la cabeza y los dejaron a 40 cuadras de allí.

El viaje también les enseñó a gestionar las emociones. Pasaban de mendigos a reyes y de reyes a mendigos. De dormir en estaciones a ser recibidos en hoteles con desayuno. De estar bajo la lluvia al borde de un arroyo a ser tratados como divinidades en casas de familia. De pasar hambre a sentarse ante banquetes. De caminar con la conciencia de un pasado de exclusión a estar frente a multitudes que los veneraban.

“En la Basílica de Aparecida, cuando subimos al escenario y toda la congregación se acercaba para tocar a la Virgen y a Manuel, se generó un momento de tanto amor que tenés que estar muy lúcido para no creerte el Mesías”, dice Duna.

“Si te encontrás a Jesús en el Sheraton, entonces te vas a creer el Mesías cuando la gente te toca”, agrega. Y señala: “Hay que recordar de dónde viene uno. Yo vengo de comer de la basura”.

El mayor momento de éxtasis fue la llegada a Aparecida. “Caímos todos de rodillas, extasiados”, describe Duna. “Después de la pandemia, de rumiar la idea durante un año, de 64 días de peregrinación, llegamos a la Basílica de Aparecida y fue tremendo. Como abrir una sorpresa dentro de otra sorpresa, cada vez más grande. Como si abrís una cajita chiquita y sacás una caja más grande. Y así.”

Los Misioneros de Francisco regresaron a Argentina a fines de septiembre de 2022. Aseguran que el viaje los transformó. Buscaron una revolución personal e interior, pero sobre todo colectiva y exterior: visibilizar el mandato de Francisco.

“Entendimos que no hay fronteras. Vimos que en todos lados se hace lo mismo: le roban la vida al obrero. Recogimos sufrimiento. El de las compañeras que paran la olla con lo que venden en la feria. En Misiones, dulce de mango; en Corrientes, empanadas de pescado; en el campo, liebre al escabeche. Recogimos el sufrimiento de quienes no tienen techo ni familia. Pero también nos trajimos la solidaridad y la unión de nuestros pueblos”, dice Duna, y concluye:

“Solo quisimos ser los piecitos de María y los zapatos de Francisco”.

QUIENES SOMOS

 

Revista pampeana de sociedad, política y cultura. Crónicas, perfiles y entrevistas sobre los temas y personajes del momento, que influyen en la realidad. Espacio de intervención y debate.

redaccion@revistabife.com

 

Ad