La memoria
Después de hacer un sutil despliegue de anécdotas y reflexiones, Viola convoca a la Memoria y le pide que abra “las puertas del almacén entero, incluso las más altas, y sopla el polvillo, y rescata un meñique envuelto en un hilo, una carcajada con Andrea fumando a escondidas en algún lado, una mirada con un amor sentados al borde de un puente mirando el río, el instante en que vi por primera vez la cara de mis hijas, sus dedos largos temblorosos y arrugados y ese perfume de bebé y de estrella”.