Un matrimonio marcado por la tragedia y la miseria llega a un sucio rancho en Arata. Uno de ellos muere y el otro es tan pobre que no tiene ni aguja ni hilo para coser su ropa y velar en soledad a su pareja. La vida sigue risueña en pueblo, pero el niño que observó aquel suceso comienza a tener sus primeras reflexiones acerca de la vida y la muerte.
Esther había comenzado a picar las cebollas para el tuco un poco antes de las
Pocas veces vio la luz del sol la habitación que mira a la playa de
Los personajes de una novela (aún sin publicar) de Jozami se amotinan y saltan de la ficción a la propia casa del autor para manifestarle sus descacuerdos con la trama. Historia verídica y apócrifa, paradójica y violenta, que para leerla se aconseja cerrar las ventanas y ponerle llave a las puertas, sentarse en un rincón sin regalar la espalda y martillar el revólver para disparar rápido.
La reconstrucción del asesinato, una conversación de Whatapps clave, el rol de la Secretaria de la Mujer y los detalles del juicio del femicidio que conmocionó a la sociedad pampeana.
En medio de la psicosis por la escasez de cigarrillos, el cronista nos relata, con humor y sutilezas, un día de abstinencia de tabaco, síntoma por síntoma. Además resucita al escritor Alberto Laiseca (1941-2016) como personaje principal de la crónica, haciéndolo hablar, llorar, gritar, pero sobre todo no dejándolo fumar.
El cronista hace un recorrido por las etapas de la cuarentena en el Norte Pampeano, y las particularidades de Arata, Trenel y Caleufú. Desde el recelo, pasando por cierto relajamiento, hasta la profecía de una señora charlatana. Para finalizar, el desopilante cuento que el narrador escuchó en la cola de un almacén en Arata, de un rabino que aconseja meter y sacar 3 vacas de un pequeño departamento de una familia judía, como metáfora de nuestras vidas luego de la cuarentena.
Con la legitimación de las detenciones, las fuerzas de seguridad están teniendo un papel preponderante en esta nueva etapa de la vida en cuarentena. Entre autoritarismo y estado de sitio, el cronista reflexiona sobre el morbo de los uniformados.
Una breve inspección sociológica sobre una especie muy particular: los escritores. Narcisos, progres e intelectualoides danzan desnudos por el ojo quirúrgico del cronista, que se pregunta y en simultáneo se responde: “¿y el resto qué nos queda por hacer, además del autobombo? Abrir las compuertas del llanto hasta ser polvo, olvido, nada”.
No sé si es costumbre solo en los pueblos pampeanos caminar en las orillas del
