Bella Vista es un paraje que está en la selva y pertenece al municipio de Cerro Corá, en el sureste de Misiones. Viven unas 300 familias en casas separadas por 100 y 200 metros y se dedican a la agricultura, ganadería y a la producción de carbón. Raúl Machoriski es el único de la zona que tiene un autoservicio y en ese momento se encontraba atendiendo su negocio cuando escuchó gritos.
Transcurría el 20 de enero al mediodía. Machoriski dejó su trabajo y cargó un tanque de agua en su camioneta. No sabía que aún tenía por delante un mes de convivencia con las llamas, el humo y las cenizas. La “catástrofe ecológica y ambiental” comenzó en Corrientes -perjudicando un 9% del territorio con pérdidas de más de 40 millones de pesos- y se extendió hasta Misiones. Nacido y criado en Bella Vista hacía 37 años, era la primera vez que Machoriski veía su aldea quemarse.
Acostumbrados a manipular pequeños fuegos por ser un pueblo productor de carbón, utilizaron la técnica del contrafuego (incendio controlado que se provoca para atajar el fuego principal quitándole combustible) para que las llamas no lleguen a sus casas, pero los focos en la selva se multiplicaban. Tuvieron que organizarse. Machoriski fue uno de los cabecillas de los tres cuerpos de “bomberos vecinales” que improvisaron. Ninguno de los habitantes de Bella Vista se fue. Niños y mujeres contribuyeron con alguna tarea específica, y unos 50 hombres de entre 20 y 40 años combatieron directamente el fuego, pese a la peligrosidad de la situación.
“En ese momento no te ponés a pensar, pero vivir en una selva incendiándose es muy peligroso. Nuestras vidas corrieron peligro. Nosotros cuidamos nuestras pertenencias, ese es nuestro lugar y no nos íbamos a ir de ahí”, cuenta a Revista BIFE Raúl Machoriski.
No sabía que aún tenía por delante un mes de convivencia con las llamas, el humo y las ceniza
Con los días el estrés y la incertidumbre fueron aumentando, porque los habitantes no sabían con qué se iban a encontrar al día siguiente. Por la noche hacían guardia con grupos de 10 personas para controlar que el fuego no llegue a las casas donde dormían sus familias. La noche en Bella Vista en los meses de enero y febrero es soportable, pero a partir de las 11 de la mañana la temperatura llega a picos de 45 grados. La selva seguía ardiendo y los vecinos tenían que cargar con agua sus mochilas fumigadoras, afilar los machetes y salir al monte. Pero no todo el tiempo, porque en simultáneo había que trabajar en la misma selva incendiada para comer. La cosecha de verdura y la cría de cerdos se mezclaba con la transpiración oscura del humo con el que convivieron durante un mes.
“Había un sendero dentro de una chacra alrededor de montes de unos 20 metros de altura, y el fuego iba quemando por arriba y pasaba por encima nuestro. Yo veía el fuego que pasaba por encima nuestro y no es nada lindo, había que tirarse al suelo para no incendiarse. Ahora que estamos tranquilos pensamos ‘qué loco’, porque arriesgamos nuestras vidas por nada. Bah, por nada no, por nuestras casas; pero hubiéramos preferido tener ayuda desde el primer día”.
Los primeros días llegaron bomberos de La Candelaria y Cerro Azul, pero rápidamente entraron en conflicto con los vecinos. Ocurre que tenían formas distintas de trabajar y, según cuenta Machoriski, “vinieron con la mentalidad de cuidar las casas pero el fuego crecía en la selva y era peor; además no hacían contrafuego que es lo que se tiene que hacer en estas circunstancias”. Al poco tiempo vecinos y bomberos se separaron mientras la situación se volvía más dramática.
El fuego iba quemando por arriba y pasaba por encima nuestro
La historia en Bella Vista cambió cuando llegaron 10 bomberas y bomberos pampeanos. Lucas Izaguirre, jefe de la Brigada, salía de trabajar en una construcción en seco en Trenel cuando lo llamaron. Melisa Welch, por su parte, una de las integrantes del cuerpo, estaba haciendo una pasantía de la carrera de Veterinaria en Pico. Dejaron sus cosas y se trasladaron en 4 camionetas con 5 bomberos por vehículo. El país tenía los ojos puestos en el norte. Se dirigían al corazón del infierno misionero. En algún momento de las 15 horas que duró el viaje, se preguntaron con qué se iban a encontrar en aquel terreno selvático y desconocido.
Lucas (38), de profesión paramédico, es nieto de un hombre que fundó Bomberos en Huinca Renancó y prácticamente se crió en un cuartel. De pequeño, cuando su madre trabajaba de enfermera, los bomberos lo cuidaban. Melisa (30, General San Martín) quiso ser bombera cuando vio cómo se incendiaba la fábrica de sal donde trabajaba su madre. Dice que se enamoró de los principios y del profesionalismo.
La cosecha de verdura y la cría de cerdos se mezclaba con la transpiración oscura del humo con el que convivieron durante un mes
Ambos consideran que el día que un bombero voluntario cobre un sueldo, la magia y la pasión altruista del oficio va a desaparecer. Prefieren mantener el romanticismo. La cuadrilla llegó y se hospedó en la localidad de Apóstoles. Luego de recibir instrucciones, descansaron. La situación en Misiones era muy parecida a la de Corrientes, pese a que no era tan mediática. La cuadrilla se dividió, unos fueron a Cerró Corá y otros -entre los que se encontraban Lucas y Melisa- a Bella Vista.
El fuego estaba a punto de llegar a las casas. Después de tres semanas de incendios, la situación estaba a punto de descontrolarse. Se había cortado el suministro de electricidad. Había niños de 5 o 6 años en ojotas y pantalones cortos cerca del fuego y gente en la selva que en un cambio de viento podrían haber quedado encerrados entre las llamas. La atmósfera era hostil. Los habitantes desconfiados recibieron a los bomberos pampeanos de la peor forma: los quisieron correr. Acostumbrados a lidiar con los bomberos de la zona, creyeron que la cuadrilla pampeana era un problema más que se sumaba al caos.
“Llegó Lucas y se calmó todo”, destaca Machoriski. Y Melisa agrega: “Con el liderazgo de Lucas, que explicó a los vecinos que queríamos ayudar y que precisabamos su ayuda, se pudo empezar a trabajar”.
Con la confianza puesta en los bomberos pampeanos, Machoriski corrió hacia el medio de la selva y emitió un sonido semejante al de un pajarraco gigante. De repente, entre la vegetación, empezaron a aparecer individuos con sus mochilas fumigadoras llenas de agua. “Nos llamó la atención el gran grupo de vecinos organizados para contener el fuego”, dice Melisa. “Si no hubiera estado esa gente, no hubiéramos podido terminar con los focos”.
Lucas se centró en dar las instrucciones a los líderes de la aldea. Los vecinos se dedicaron sobre todo a hacer enfriamiento y control de perímetro (para que no se originen nuevos focos). “Tuvimos una situación peligrosa, en un momento se nos corta la selva tupida y en un claro donde el fuego agarraba más intensidad casi se nos pasa de largo, pero con la cantidad de gente con mochila se controló rápidamente”, cuenta Lucas Izaguirre a Revista BIFE.
Fueron 9 días de trabajo intenso y en conjunto, hasta que el fuego fue totalmente controlado, encerrado. En esos días de mediados de febrero, las imágenes de Melisa Welch junto a tres compañeras (Pamela Avalo y Carla Herrera de 25 de Mayo y Alma Tassone de Victorica) recorrieron el país, al igual que el testimonio de los lugareños impresionados con la labor de los bomberos pampeanos.
“La forma de trabajar de cada provincia es distinta. Nosotros trabajamos con contrafuego, y esa fue la diferencia. Lo que había que hacer era estudiar los vientos y sacarle combustible al fuego principal, y eso hicimos”, cuenta Lucas, quien festejó su cumpleaños número 38 en Bella Vista, y mientras habla con BIFE disfruta de sus hijos en un parque en Trenel. “Por ahí la gente pasa y te felicita o te saca una foto, son todos muy amables”, dice.
“Allá fuimos con cierto desconcierto, porque no estamos acostumbrados al terreno. Lo que más nos costó fueron los cerros y la temperatura y la humedad, más el desgaste físico. Necesitas un estado físico importante para poder afrontar”, explica Melisa, y concluye: “Ellos estaban super agradecidos. Nos hicimos unos cuantos amigos. Nos brindaron una calidad humana increíble. Hasta lo que no tenían. Nos mimaron mucho. Van a quedar por siempre en el recuerdo”.
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