La Ley de Alquileres fortalece los valores familiares

Hastiado de la convivencia, Bruno, un empleado de comercio de Santa Rosa, quiso separarse. Entendió que la aventura de la soltería y el empoderamiento puede ser atractivo pero, al mismo tiempo, costoso. ¿Cómo resolvió su drama? Lo cuenta Noel Parra en este nuevo Periscopio Urbano.

En la nota anterior señalábamos que la inflación impide que muchos hogares cumplan con algunos ritos como la compra de tres huevos de Pascuas para consumo de los niños. Pues bien, ahora aseguramos que la situación de los alquileres recompone relaciones desgastadas, rejuvenece la pareja y consolida los valores de vivir en familia.

Y es que la ilusión de la soltería se desvanece con un nuevo aumento del combustible. El verso del empoderamiento es una película de terror para quien pretenda emprender esa aventura. El amor romántico (click) muy lindo, pero primero paguemos las expensas. Compañeros, compañeras: dividamos la renta y unámonos en sagrado matrimonio.

Todavía se daba el lujo de deprimirse, como si aún fuera el pequeñoburgués de la niñez y adolescencia

La historia me cayó como anillo al dedo. Hace dos años, precisamente antes de que se sancionara la Ley de Alquileres, mi amigo acudió a mi oreja para descargar su bronca. La razón de su malestar era la convivencia con su pareja. Su departamento, dijo, había dejado de ser el templo donde se llega después del trabajo, se mira Netflix, se fuma marihuana, se envejece monótona y plácidamente. Ahora era el escenario de una batalla campal.

Con el pecho inflado, decidió separarse. Permanecía largas horas en el plano de las ideas, visualizaba la expresión altanera que iba a poner cuando pegue el portazo del laburo, soñaba con viajes y aventuras y trabajos pasajeros. Pero primero debía irse de aquel 2 ambientes y acomodarse en una cueva de soltero.

Empezó a buscar precios y departamentos; todavía tenía la vara muy alta. Desesperado, acordó con su ex dormir en el sillón hasta encontrar algo decente. Sin muchas opciones, su ex aceptó, pero cada mañana -con su mirada lacerante- pasaba y dejaba una estela de veneno que le limaba, de a poco, el orgullo. 

El amor romántico muy lindo, pero primero paguemos las expensas

Acostado, ultrajado y dramático, Bruno (llamémoslo Bruno para no mandarlo al frente) recorrió todas las inmobiliarias de Santa Rosa. Con ojos vidriosos y barba de 4, 5 días, rápidamente adquirió en su rostro una estampa de deudor. Lo vuelteaban y le pedían exageraciones de adelantos y garantías. 

Bruno, un empleado de comercio, en el último año de su juventud (35), todavía se daba el lujo de deprimirse, como si aún fuera el pequeñoburgués de la niñez y adolescencia, se abandonaba en aquel duro sillón que le torturaba la espalda.

Arañaba las 70 lucas por mes, en dos turnos -de mañana y tarde- de 4 horas laborales. Las cuentas no le cerraban, entre el adelanto que no poseía, las 40 lucas mensuales de un eventual departamento, sus dos perros, la cuota del gimnasio, la comida… A Bruno no le cerraba, en realidad, la vida.

Rápidamente adquirió en su rostro una estampa de deudor

Nos reunió en el parque Martín Fierro. Juntó a su grupo más íntimo para que le digamos la verdad sobre cómo debía avanzar. Estaba en la lona y no podía dar un próximo paso en falso. Le fuimos sinceros: o se limpiaba, o la jipeaba por Latinoamérica o recomponía la relación y transaba con su ex, a quien veía todos los días desde el sillón pero ahora con ojos más mansos, tolerantes.

Pasó el tiempo y nuestro amigo desapareció, dejó las redes y no volvió a contactarnos. Hasta ayer, que anunció el flamante embarazo de su histórica pareja. Esperan un hijo, de modo que las peleas por el momento se esconden debajo de las alfombras. Ahora se debate angustiosamente cómo costear los pañales; pero eso sí, ya no es un drama la soledad ni el alojamiento: la Ley de Alquileres favoreció los valores de vivir en familia.

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