Jorge “Hacha” Sánchez, el hombre-parche que los entrenadores quisieran tener

Con 43 años venía de meter 23 puntos en el Torneo Federal de Básquet hasta que se suspendieron las actividades. A los 21 se hizo un nombre en All Boys y, después de una larga carrera en diversos planteles, el Covid-19 lo retira en el mismo equipo. Mitad puntano, mitad pampeano, ¿quién es este basquetbolista, que fue campeón de la liga más competitiva del país, trabajó en una fábrica de pañales y hoy es referente y ejemplo de las inferiores pampeanas?

La vida de un deportista tiene temprana fecha de vencimiento. Los normales toman la decisión de retirarse –aproximadamente- a los 35 años, aunque este no es el caso de Jorge “Hacha” Sánchez. Con sus 43 años venía teniendo una temporada más que prolija en el Torneo Federal de Básquet en All Boys, hasta que una pandemia cayó sobre la Tierra y detuvo al mundo, pero no al tiempo. El tiempo pasa y a esta altura de la vida no hay mucho más para regalar, de modo que el Covid-19 parece que será el agente que finalmente le cierre la puerta del básquet profesional al Hacha Sánchez. Hay infinitos testimonios de nostálgicos veteranos, que por el virus sienten que quedaron atrapados en un limbo, que hubieran preferido una despedida acorde con su pasión, como a una novia que no se la llega a saludar por un embotellamiento en la ciudad antes de que tome el vuelo definitivo, pero el Hacha tiene una mirada más escéptica al respecto. Él ya tuvo su retiro y volvió, por cuestiones más humanas que deportivas, y tiene una vida y una proyección más allá del básquet, con su familia y su nuevo trabajo en Maderera Pampeana.

“Cuando se cortó a mitad de torneo quedamos con sensación media chota, porque podíamos haber ido un poquito más arriba. Me hablaron de ver de seguir un año más, pero tengo que ver cómo responde el cuerpo. Yo tengo ganas de seguir. Igual ahora pusieron una nueva reglamentación: la ficha son 4 mayores y 6 sub-21, y el resto juveniles. Entonces digo ya está, la oportunidad es de los pibes”.

Nacido en Mercedes, San Luis, comenzó a jugar al básquet de pequeño con difusas ambiciones. Producto de una superioridad física respecto de sus pares, decidió jugar un nivel superior. Así, a sus 17 años, se fue a General Pico a integrar el equipo de Independiente (que saldrá campeón de la Liga A), y a parir de ahí se hizo pampeano para toda su vida. Conoció a Ana, su pareja y madre de sus dos hijos -Ambar y Máximo-, y hoy tienen su casa en Toay. Le espera otra vida, sin la necesidad de armar el bolso y tener que viajar y vivir en otra localidad.

-¿Vivís esa crisis de terminar, de que ya no volverá lo que hiciste toda tu vida y quizá lo que fuiste y sos?

“Algunos le agarran eso de ‘qué voy a hacer sin el básquet’. Yo quería hacer otra cosa, no seguir dependiendo de esto. Volví (estuvo un año y medio parado) por el Chipi y el Vitu (Fazzini, ambos jugadores de All Boys) que siempre me jodieron. Me mandaron un mensaje los dirigentes. Nos juntamos y me ofrecieron. Y yo les dije ‘mirá que estoy hecho mierda’. A esta altura ir a un grupo de jodidos no me cabe. Pero como son todos buenos pibes, donde tenía que aportar años, y kilos, me servía y les podía servir a ellos”.

Hacha con Chipi y Vitu, hoy y hace 20 años.

Jorge Sánchez es el arquetipo del jugador humilde y sacrificado dentro de la cancha. Concentra el imaginario de lo que debe tener un capitán en un equipo porque predica más que con la palabra, con el ejemplo. Ahora bien, si Ronald Barthes analizó el deporte desde el punto de vista del espectáculo, el Hacha debería haber tenido el básquet clausurado de entrada, porque no es un jugador que emane espectacularidad de sus jugadas, digamos. Elástico no es, salta poco más de dos tortillas, su tiro es pintoresco pero porque es justamente lo que no se enseña, generalmente prefiere chocar antes que esquivar, si esquiva es porque lo hacen sus rivales, el dribling tampoco es su fuerte y a veces tiene un brazo de más. No obstante, Barthes decía que el mundo del deporte (se refería al fútbol pero podemos trasladarlo al básquet) es una reencarnación del teatro, y en este sentido el Hacha tendría un merecido papel como actor de una obra porque hay una increíble coincidencia entre su aspecto físico y su estilo de juego. Tienen lógica. Obsérvenlo.

Barthes también decía que los protagonistas de la obra, presentes en el rectángulo de parquet, extienden esa pasión a los espectadores, y esto es algo que Sánchez ha logrado en la mayoría de los equipos que ha transitado, donde se lo ha agasajado (Huracán, Anzorena, etcétera) con plaquetas, diplomas y reconocimientos antes de su partida a otro equipo. Deja una marca en cada uno de los lugares.

El Hacha (apodado así por su determinación a la hora de cometer un foul. Recuerdo una vez, hace muchos años en un partido contra Villa Parque de Capital, un joven entusiasmado le hizo una falta poco honesta al comienzo del partido. El Hacha transitó el juego exactamente con la misma expresión tranquila en la cara –en ese momento llevaba pelo largo y vincha y parecía un cacique cuando corría-, y en los últimos minutos del último cuarto, ya con el partido ganado, le dejó el camino allanado al joven entusiasmado para que realice una bandeja, y este lo aprovechó. Grave error. Porque el Hacha le suministró un potente viandazo, que lo dejó en el piso por 5 minutos. “El Hacha”, recuerdo que alguien susurró sordamente en el banco), es un hombre-parche, tanto fuera de la cancha como dentro de ella.

Fuera de la cancha siempre sirvió para cohesionar al grupo, con sanas actitudes positivas y de acompañamiento a colegas ocasionalmente depresivos, y divertidos comentarios propios de un carisma que sabe equilibrar la gracia y la acidez. En oportunidades, cuando el jugador se lo merecía, sabía apaciguar sus humos no con desplantes ni reproches, que generan tensión dentro de cualquier grupo humano, sino, por ejemplo, con apodos, dependiendo la característica de la personalidad del apodado. Una vez en la mitad de una temporada llevaron un pivot a Estudiantes de Santa Rosa que era demasiado confianzudo y por demás intenso. Tenía una cara larga y curva. Era bastante molesto, a decir verdad. Todos decían “¿has visto la cara de pija que tiene el nuevo?”. Pero el Hacha entendió que tenía que ser más sutil, y como era difícil conversar con el muchacho, recogió esa característica física para ponerlo alegremente en su lugar con el objetivo de que todos se queden tranquilos, como un verdadero hombre-parche. Cada vez que el sujeto alargado hacía uno de sus comentarios o realizaba una jugada, el Hacha arengaba desde atrás: “¡Buena, CABEZA-DE-CABALLO-DE-AJEDREZ!”, y una risa inconmensurable nacía hasta que el hombre caballo fue habitando mansamente su rol secundario.

Los protagonistas de la obra, presentes en el rectángulo de parquet, extienden esa pasión a los espectadores, y esto es algo que Sánchez ha logrado en la mayoría de los equipos que ha transitado”

Y dentro de la cancha, el Hacha fue un hombre-parche ocupando roles según la carencia del equipo. Si hacía falta un ala-pivot, Sánchez se encargaba. Si se precisaba un alero, era él quien salía de las cortinas para el tiro. Si alguien del otro equipo se destacaba por demás, se lo mandaba al Hacha para que se tranquilice. Y así.

“Tuve la capacidad de darme cuenta dónde iba a encajar mejor. Si hacía falta cagar a piñas al americano lo hacía, o si tocaba hacer puntos hacía lo que podía, también podía jugar de 3 o de 4. Siempre le busqué la vuelta para adaptarme en los equipos. Podía bajar rebotes, puntitos, hacía un combo de todo. Nunca entendí a ese que se iba contento porque metía 20 puntos. Yo siempre disfruté desde otro lugar. El que sabía leer el deporte entendía que a mí me gustaba otra cosa, mas allá de hacer puntos, cosas que no se ven en la planilla”.

Maxi Rubio, quien fue entrenador de Jorge Sánchez, dice: “Es un jugador que pasó de la A al TNA y a la B, hasta a la Patagónica, y tiene la cualidad de que siempre ha sido igual, jugando en cualquier categoría. Una persona muy simple, nunca se comió ningún personaje. Era una tranquilidad tenerlo a él en un plantel. Una anécdota que lo gráfica: una vez jugando la Patagónica, Roca de Río Negro nos alojó en una Iglesia de mala muerte, venida a menos, y nos fuimos con el Hacha a dedo hasta Cipolleti a comprar carne, de ahí a una isla, y después todo el equipo en colectivo fue a comer el asado, y el Hacha venía de jugar la A. Eso lo define, además de divertido, su estilo simple y humilde”.

Kay Caringella, madre de Chipi y Vitu e íntima amiga de Jorge Sánchez, cuenta: “El Hacha había dejado de jugar al básquet y se había puesto a hacer pañales. Hasta que All Boys lo fue a buscar. El primer partido me senté con mis hijos que eran bebés, y en una jugada la pelota se le viene a la cara de Chipi. Yo la pude correr a tiempo. Cuando terminó el partido se acercó y me dijo ‘señora vengo a ver cómo están sus hijos porque vi que se le fue la pelota a uno de ellos’. Ahí lo conocí. Él tenía 21 años. A partir de ahí, el pasó a ser como mi hermano menor. Eso pinta cómo es, pendiente y preocupado por los demás”.

Hacha con su pareja Ana y sus hijos, Ambar y Máximo.

-¿Qué balance hacés de toda tu vida deportiva?

Si me pongo a pensar en todo lo que me pasó fue muy positivo. Algunas veces tuve suerte, es decir, estuve en los momentos juntos. Por ejemplo apenas llegué a Independiente y salí campeón y algunos nunca salieron campeones de nada. Pero siempre acompañé la suerte.

-¿Recordás el momento que decidiste ser profesional?

A los 15 años estaba en Mercedes y no estaba convencido de nada. No sabía que era ser profesional. Yo quería jugar algo más importante, pero no tenía idea cómo era dedicarse a esto. A los 17 me fui, pero a ver qué pasaba. A partir del tercer año en Independiente me empecé a dar cuenta de lo que era ser profesional, los cuidados, las responsabilidades. Fue todo sobre la marcha. Lo anterior era más que nada ganas.

Si Ronald Barthes analizó el deporte desde el punto de vista del espectáculo, el Hacha debería haber tenido el básquet clausurado de entrada”

-¿Cómo fue el momento que tuviste que demostrar y hacerte tu nombre?

Fue en All Boys, que venía con otro rol, más protagonista. No me costó, no tuve presiones. Me hubiese costado más si al equipo no le iba bien. Esa transición de ser juvenil a Primera no me costó mucho. Quemé muchas etapas juntas, y no tuve dudas. Ya estaba en el baile.

-¿Qué es lo malo de la vida del deportista?

Lo malo por ahí es dejar tantas amistades. En los lugares donde jugas un solo año, entonces volver a arrancar. Pero conocí un montón de gente y de lugares. Entonces vas dejando amistades, pero conociendo al mismo tiempo. Y después cuando tenés los chicos, lo choto es el hecho de viajar tanto.  

-¿Cuál fue tu mejor año?

Fue el de Obras Sanitarias. Teníamos un equipo que no iba a estar arriba. Fui como suplente, pero se lesionó el titular. Entonces me probaron a ver si podía jugar de 3 titular, y el técnico no trajo a nadie. Jugué hasta de 4 ese año. Pasé de la B a la A, tenía 27 años. Afuera de la cancha también estuvo muy bueno.

129 thoughts on “Jorge “Hacha” Sánchez, el hombre-parche que los entrenadores quisieran tener

  1. Hermosa nota a Jorge Sánchez ” querido Hacha o Pela” como le decimos quienes hemos tenido la suerte de conocerlo!! Lo mejor de él : ser buena gente dentro y fuera de las canchas!!

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