Estafas telefónicas: El día que Ricardo Moreno quiso engañar a mi abuela muerta

El cronista recibió el llamado del famoso Dr Ricardo Moreno: Un estafador que se hacía pasar por asesor del ANSES y curraba con la Reparación Histórica del macrismo.

“El cuento del tío”, es un fenómeno de la época que se propaga en el país; y en La Pampa existen decenas de casos que se produjeron durante el 2019. La ciudad de Santa Rosa tuvo su pico ascendente en el mes de julio donde se registró 10 estafas en 10 días, según indicó el Fiscal de Delitos Económicos, Máximo Paulucci.

Cerca de las cinco de la tarde del viernes recibí un llamado telefónico: era la voz de un representante legal de ANSES que preguntaba por mi abuela fallecida hace tres años. “Francisca murió”, le dije, mientras que el letrado respondió: “Lo siento mucho Señor”. El motivo del llamado se trataba, entonces, de un beneficio por una “acumulación favorable”; es decir, el cobro de “haberes y descuentos” que habían perjudicado la pensión de la vieja cuando estaba todavía en vida; porque no había alcanzado la Reparación histórica del macrismo.

“Soy el Doctor Ricardo Moreno, y mi número de matrícula es 4408/72”, se presentó el hombre, cuya voz,  detrás de la comunicación telefónica parecía –sin ánimos de prejuicios- chileno o parguayo – No supe reconocer el acento-. “¿Tiene para anotar?”, siguió la voz  de aquel hombre con acento limítrofe que no paraba de explicarme semejante noticia con cordial elegancia. “Usted recibirá el monto de 218.800.43 pesos que serán retribuidos esta tarde en lo posible… Sólo necesitamos que se dirija al cajero automático más cercano”.

El Doctor Ricardo Moreno me había hecho anotar su nombre y su matrícula sobre un papel y me sugería que lo busque en Visita Segura de la página oficial del ANSES. Ricardo no me había pedido ningún dato extraño que pudiera inquietarme, solo me preguntó mi nombre e insistía  sobre si tenía alguna pregunta o duda, entonces me dijo: “Andá a las 18:30 al cajero que te llamo y hacemos la trasferencia”.

Cuestión que solo necesitaba una caja de ahorro para recibir una montaña de billetes que le pertenecían a mi abuela muerta.

El Doctor Ricardo Moreno me había sugerido estratégicamente buscarlo. Había anotado su nombre sobre un papel en blanco cuya matrícula no existía. Ricardo, era un ex concejal en la ciudad de Córdoba, ex asesor en la Cámara de Diputados, Subinterventor de Comunicaciones de la Nación; actualmente, Conjuez federal en la cámara cordobesa. O Ricardo Moreno era letrado del ANSES; pero matrícula 288/42.

Hace un año había llamado a Sil Beretta – una vecina de Trenque Lauquen-  para decirle que su papá había sido beneficiado por la Reparación Histórica. “Usted va a tener que ir al cajero”, le había dicho.  Ricardo había citado  a Sil a las 10:30, le habrían dado instrucciones de cómo hacer una transferencia desde la caja de ahorro -“la caja pedorra que cobraba el papá de Sil”- a la cuenta de una tal Nancy Bazán, tesorera del ANSES.

Había encontrado al abogado Ricardo Moreno a través de Google.

A las 18:30 de la tarde mientras tomaba unos mates recibí el llamado a través de un número desconocido. Era la voz del Doctor Moreno nuevamente: seguro, creíble, cínico; con elegante cordialidad y acento limítrofe.

-Hola José, ¿hacemos la transferencia?- preguntó el letrado.

-No, Ricardo- le respondí, entre risas y un cierto nerviosismo cómplice.

– Me engañaste, te dije mi nombre verdadero y vos no me dijiste el tuyo.

Ricardo se había paralizado. Intento recuperar el estado de cordialidad elegante que lo caracterizaba; porque era el papel que mejor le salía. Entonces insistió en hacer la trasferencia porque “habíamos quedado en eso”.

-Yo no soy nieto de Francisca -le dije al Doctor-. Además, “¿cómo sabe usted, Ricardo, que yo no le estoy engañando, y que solo quiero quedarme con el dinero de la vieja muerta?”

Las preguntas habían inquietado al Doctor. Le aseguré que a la mujer que buscaba no la conocía y que yo solo alquilaba la vivienda.

-Vos dijiste que eras el nieto de ella -respondió desconcertado el Doctor, quién me acusó de mentiroso.

-Vamos al grano ¿A dónde quiere llegar?- ¿Por qué tantas preguntas?- Lanzó Ricardo.

-Sólo quería saber de dónde eras y cómo te llamabas- respondí.

-Soy chileno- dijo.

A Ricardo Moreno le importaba una mierda lo que sucedía en Chile. “Por mí que exploten todos de una granada”, sostuvo. Ricardo no había estudiado abogacía ni tampoco pisó una universidad en su vida.

Me preguntaba cómo era La Pampa.

“Es un territorio sin montañas, llano, desprotegido; con un cielo inmenso arriba de un viejo mar muerto”, respondí.

-¿Sos de la Policía o poeta?- preguntó, mientras que la conversación había desembocado en otra historia.

Trabajo de periodista que no es lo mismo- respondí a su inquietud.

Le confesé a Ricardo Moreno que entre la policía y los delincuentes, me posicionaba en contra del aparato represivo, que no ejercía el periodismo jurisprudente, que mi intención no era juzgar a nadie.

-¿Cómo me descubriste?- preguntó Moreno.

-Boludo, cambiá el nombre por lo menos, hace un año intentaste cagar a una mujer de Trenque Lauquen- le advertí.

-Ah, estoy escrachado entonces-. Se escuchaban risas de fondo

En el “Cuento del tío” –ficción, mentira o chamuyo- aparecen supuestos beneficiarios de créditos prendarios, ganadores de grandes sumas de dinero, beneficiarios por jubilaciones mal cobradas; la operación del “Tío” se realiza telefónicamente donde solo se precisa un chips y cierto poder de convencimiento y destrezas actorales para movilizar la voluntad de su víctima a que le ceda su número de home banking  o hacerla correr hasta la puerta de un cajero automático.

Ricardo Moreno había dejado de serlo. Segundos más tarde me pasó el teléfono con otro compañero que me preguntó si trabajaba en policiales. Entonces, me ofreció trabajo:

-¿No conoces alguien que tenga guita que pueda caer, y te llevas parte de la croqueta? ¿O algún nombre de abogado que podamos usar?- preguntó la segunda voz.

-Estás loco, no quiero imaginarme a mis hermanos llevándome cigarrillos a la Unidad 4. Además, yo no me la banco- le confesé.

-Entonces usamos tu nombre- amenazó el desconocido.

Si querés tener éxito no te lo recomiendo- lo convencí.

La banda de estafadores se encontraba a cientos de kilómetros tratando de “enganchar” a personas poco despiertas, o tal vez, a personas que esperaban el golpe de suerte necesario para que sus vidas cambien una tarde cualquiera. La banda se encontraba en San Martín, provincia de Buenos Aires. Estaban pasados de rosca mientras realizaban llamadas a lo largo y ancho del país en una tarde nublada de viernes. “Estamos acá mirando las chicas pasar”, decían, aunque por culpa de este cronista, queridos lectores, la próxima llamada será con otro nombre.

32 thoughts on “Estafas telefónicas: El día que Ricardo Moreno quiso engañar a mi abuela muerta

  1. agosto del 2021, me quisieron engañar con el mismo cuento..soy de san luis, pero no tuvieron exito..

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