La historia del perro que se rehusó a comer durante la huelga de hambre de su dueño

La misteriosa aparición de Viejo Lobo en la vida de Sergio García en el mismo momento en que su amigo linyera moría calcinado a más de 2.500 kilómetros de Santa Rosa. De ahí el origen del nombre. Las terribles dos semanas del can cuando cerró el hocico y burló a la Naturaleza negándose a comer. Instinto animal y conciencia humana. Una historia de amor y amistad.

Viejo Lobo es un perro de una raza indefinida pero de una sensibilidad muy particular. De alguna manera sabía que Sergio García estaba atravesando el peor momento de su vida. Desesperado por la arbitrariedad del gobierno provincial, municipal y la constructora Ilka de negarse a pagar la indemnización luego de que la Justicia falle a su favor en la causa por la que quedó parapléjico luego de caer en una zanja en la calle, García se arrojó a una huelga de hambre como última medida de lucha. No le quedaban más cartas en su vida, sospechaba que la muerte había puesto huevos en su herida y debía transitar un duro camino en soledad. Sin embargo Viejo Lobo lo acompañó. Cuando se conocieron ambos crearon una alianza contra el abandono, pero a partir de ese día la intensidad de la amistad fue otra. No era un acompañamiento hasta la puerta del cementerio, la de Viejo Lobo y Sergio García era una amistad a muerte.

Viejo Lobo y Sergio García, en su nueva casa

24 de octubre del 2018 y Viejo Lobo y Sergio García están hambrientos en el interior de la carpa donde viven en la Ciudad Judicial. Ya pasó una semana desde que García comenzó la huelga de hambre y un día de que Viejo Lobo tomó la determinación de reprimir su instinto más básico: no alimentarse más. Un gesto de respeto hacia la causa de su dueño –o su compañero-, y una representación de una doble épica: un hombre solo despojado de sus piernas, su trabajo, su antigua familia, lucha contra el Estado desde una carpa, y un perro adulto que hasta hace tres meses era callejero, toma conciencia de su alrededor y contra la naturaleza animal renuncia a sus tres comidas diarias e inicia una huelga de hambre.

No le quedaban más cartas en su vida, sospechaba que la muerte había puesto huevos en su herida y debía transitar un duro camino en soledad. Sin embargo Viejo Lobo lo acompañó”

Mientras García solo tomaba mate, a Viejo Lobo se lo notaba molesto, inquieto, hasta que al séptimo día de huelga de hambre de su dueño no aceptó un bocado más. “Estaba echado al lado mío todo el día, con una tristeza profunda, no aceptaba la comida de nadie”, cuenta hoy García a Revista BIFE. Asociaciones protectoras de animales, que apoyaban la causa de García, solían acercarse para alimentar al can pero ahora Viejo Lobo les corría el hocico. Con la cola entre las patas, se movía pesadamente, por las noches aullaba y permanecía casi todo el día echado, viendo cómo su amo perdía peso, desmejoraba y su piel se llenaba de cáscaras que se infectaban producto del sedentarismo.

“Viejo Lobo llena mis espacios vacíos”, dijo García. El incondicional can tiene unos 11 años.

El 5 de noviembre García decidió levantar la huelga de hambre pero fue inmediatamente internado por las heridas en su cuerpo. Durante esos diez días Viejo Lobo esperó a García y cuidó la carpa. Fue el guardián del nuevo domicilio que figuraba en la Ciudad Judicial de Santa Rosa. Para alejar a individuos que podían robar pertenencias (a García le robaron en dos oportunidades, una prótesis y un celular), el can se quedó solitariamente en la entrada de la carpa y por las noches dormía adentro. Al noveno día, antes de que a García le den el alta, Viejo Lobo creyó que su amo no volvería y salió a vagar por las calles santarroseñas. Un amigo de García lo encontró en la céntrica plaza San Martín y lo llevó a su casa. “Estaba flaco, triste y desesperado”, recuerda. Al día siguiente se reencontraron en la Ciudad Judicial y, al momento de verlo, Viejo Lobo saltó y se sentó encima de las piernas muertas de su dueño. En ese momento García recordó el día que se encontraron por primera vez

El trágico origen del nombre “Viejo Lobo”

Viejo Lobo se apareció de repente en marzo del 2018 en la carpa de Sergio García, en la Ciudad Judicial. Sin embargo hasta ese momento a quien apodaban así era a García. García tenía un amigo linyera que desde hacía 20 años dormía en la Laguna Don Tomás en la noche y vagabundeaba en el día. Se llamaba Bonifacio Rodríguez. Por cuestiones de la vida, entre separaciones y pérdidas de trabajo, Bonifacio –oriundo de Victorica- se entregó al alcohol y tuvo que acostumbrarse a la dureza de la calle, pero, igualmente –según relata García-, “era un hombre alegre, que solía cantar mientras caminaba”. Todos los días después de las ocho de la noche se acercaba a la carpa y compartía con García la pasión por la mecánica. Bonifacio, sorprendido por la perseverancia de García, lo palmeaba y le decía “Viejo Lobo”, “vos sos un Viejo Lobo”.

No era un acompañamiento hasta la puerta del cementerio, la de Viejo Lobo y Sergio García era una amistad a muerte”

Un día uno de los hijos de Bonifacio, después de muchos años, llegó a Santa Rosa y se lo llevó a Tierra del Fuego, donde residía con su familia. Ese 15 de noviembre de 2017 García posteó en su cuenta de Facebook: Se te va a extrañar mi amigo”, como puede verse en este video donde Bonifacio se encuentra con su hijo tras 20 años. Fue la última vez que lo vio porque, unos meses después, una madrugada fría en Ushuaia, una falla en una garrafa ocasionó un fuego en la casilla donde vivía Bonifacio y no pudo escapar: murió calcinado. Horas más tarde, cuando el hijo de Bonifacio –Jesús- le trasmitía la triste noticia a García, un extraño perro se sentaba a metros de la carpa y lo observaba.

Si bien todos los días concurrían perros callejeros a buscar trozos de comida, era la primera vez que García veía a ese can. Los primeros dos días intentó echarlo, temiendo que su nuevo hogar se llenase de pulgas, pero nuevamente el perro retrocedía unos metros y se sentaba paciente, otra vez, a observarlo. Lo había elegido. Finalmente García le ofreció una colchoneta al lado de su carpa, y por la extraña coincidencia y la perseverancia –la misma por la que a él Bonifacio lo había bautizado como “Viejo Lobo”– es que García lo llamó Viejo Lobo.

Así era el expresión de vacío de Viejo Lobo durante la huelga de hambre que pasó junto a su amo/compañero.

“Viejo Lobo llena mis espacio vacíos”, dijo en alguna oportunidad García, quien tramitó un carnet para que pueda estar en espacios públicos y pueda viajar con él adonde sea. Aunque se puede decir que más que protector, es sobreprotector”, dijo también, en el mismo programa sobre mascotas, entre risas.

Pasaron más de 12 años desde aquel 1 de abril de 2008 cuando una zanja abierta en medio de la calle Víctor Arriaga del barrio Santa María de Las Pampas lo dejó parapléjico. En diciembre de 2018, luego de haber ganado el juicio y de que le hayan depositado por indemnización 13 millones 400 mil pesos, compró una casa que comparte con su compañero can, de 11 años. Hoy Sergio García compra y vende autos, y a todas las unidades con las que trabaja, para acompañar la suerte, le estampa la leyenda de “Viejo Lobo”.

García hoy compra y vende autos con la leyenda: “Viejo Lobo”.

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