La compra y la venta en Venezuela: los bachaqueros

El gran problema es que lo básico para la vida, en una circunstancia de escasez o de hiperinflación, se convirtió rápidamente, para muchos, en un negocio. Porque una persona astuta, ligera, inescrupulosa, es decir, un verdadero canalla, puede hacer dinero fácilmente en Venezuela.

La compra y la venta de distintos productos de, aproximadamente, el 80% de Venezuela se convirtió en el mecanismo por excelencia que la sociedad ha encontrado para sobrevivir a la fuerte devaluación de su moneda, a la hiperinflación y a la reducción de la actividad económica en un 50%.

Si el salario mínimo percibido por la mayoría es de poco más de 40 mil bolívares y la relación con el dólar hoy está a casi 11 mil (un 40% más del valor que existía cuando llegué a principios de junio, cuando el tipo de cambio se ubicaba en los 6.500 bolívares, cuestión que trajo como consecuencia el aumento de los precios de todos los productos; en cuanto a los alimentos, los últimos datos que registré fueron: harina PAN 12 mil, medio kilo de fideos 18 mil, medio de margarina 16 mil, una botella de aceite 8 mil, medio de arroz 10 mil), resulta indispensable ingresar al sistema artesanal de la compra y la venta, ya que en un día se puede hacer más dinero que en un mes de trabajo formal. Es la forma que se encontró para que no termine de colapsar la sociedad.

Si bien no hay cifras exactas, se calcula que el 80% de la población es parte de este dispositivo. «Imagínate que el sueldo mínimo son 2 kilos de queso. Entonces hay contención social porque existe este mecanismo. Y uno ve a la gente consumir en la ciudad y no lo entiende, hasta que se entera de este sistema», me cuenta un chavista crítico.

 Resulta indispensable ingresar al sistema artesanal de la compra y la venta, ya que en un día se puede hacer más dinero que en un mes de trabajo formal. Es la forma que se encontró para que no termine de colapsar la sociedad”

Muchas empresas fomentan este mecanismo; en realidad, sólo las que están en mejor posición. Una que produce pañales y papel higiénico, por ejemplo, les paga a sus 1.500 trabajadores 10 dólares al mes y dos bultos de pañales y de papel a un precio muy barato para que puedan venderlos en la calle donde cuesta cada bulto de pañal, aproximadamente, 50 dólares, con la intención de que el trabajador lo deje a un precio más económico -a unos 25 dólares por ejemplo-. Es la intención.

La empresa, entonces, propone un «método de rebusque», que le conviene al trabajador para tener mayor poder adquisitivo que el común de los asalariados, y le conviene a la empresa, porque si deciden echar a un obrero, la indemnización sería casi nula. Mientras tanto, el trabajador tiene que laburar en la empresa y luego laburar consiguiendo clientes para sus productos. En general, se dedican dos días a la semana a esta tarea. Algunos, que tienen contactos, le pagan a una persona una comisión para que le consiga el cliente y de esta manera poder hacer la transacción.

Así y todo, el trabajador que está mayormente embromado en la ciudad, es el de la institución pública. Aunque según me confirman, «siempre encuentra para revender algo». Por ejemplo, para ellos están asignados bolsones de comida. Algunas instituciones dan una bolsa de alimento para consumo propio, y otra más, que queda libre con el fin de que pueda ser vendida o intercambiada por otros productos.

Sin embargo, hay un grupo de la ciudad que dice «no veo vida» por este sistema, de manera tal que se va del país y «vive como se vivía acá en la cuarta República: trabajando y ganando lo mínimo», según me cuentan.

Un ejemplo
Un producto clave, fundamental y cultural en la cotidianeidad del venezolano, es el café. Si uno tiene 200 dólares (o incluso menos) puede ingresar al sistema. Transforma el dinero en café, y se revende, por ejemplo, en almacenes a un precio superior.

Para conseguir café, es preciso tener un transporte o un contacto en los Estados de Biscucuy, Lara, Portuguesa, Táchira y Mérida, que son los principales productores. Entonces, uno lo compra y otro se puede dedicar a la distribución en los almacenes de la ciudad. Si te dan un kilo de café en 20 mil, es posible que puedas revenderlo a 26 mil, y se reparte el dinero entre el que lo va a buscar y quien lo distribuye (3 mil cada uno). De esta manera, se hace dinero rápido. Si se tiene, claro, para invertir.

Si uno tiene 200 dólares (o incluso menos) puede ingresar al sistema. Transforma el dinero en café, y se revende, por ejemplo, en almacenes a un precio superior”

¿Por qué los mismos negocios o almacenes no le compran directamente a los que producen? Porque ahí está el problema: en los intermediarios, ya que unos no tienen cómo distribuirlo y otros cómo ir a buscarlo.

Tiburones
El gran problema es que lo básico para la vida, en una circunstancia de escasez o de hiperinflación, se convirtió rápidamente, para muchos, en un negocio. Porque una persona astuta, ligera, inescrupulosa, es decir, un verdadero canalla, puede hacer dinero fácilmente en Venezuela. Hace falta tener unos dólares, contactos (estar «enchufado», es decir, gozar de los beneficios que provee el Estado) y tiempo para dedicarse a la reventa a gran escala, con precios exorbitantes, a personas con necesidades. En este sentido, para este grupo (comparativamente mínimo si se tiene en cuenta la población en su conjunto que se dedica a la compraventa) prevalece la moral del tiburón, es decir, la de devorar a los heridos.

Popularmente se conoce como “bachaqueros” a aquellas personas que adquieren productos y los revenden a precios elevados. El origen del nombre “bachaquero” viene de bachaco, que es una hormiga culona, típica de la zona, que se caracteriza por cargar sus alimentos encima. Antes se llamaba así a las personas que en la frontera con Colombia comercializaban gasolina, pero ahora el fenómeno se extendió (desde 2015) y son también quienes revenden alimentos de la canasta básica.

Estas personas cuentan con una amplia red de contactos, que les permite comprar grandes cantidades de productos, o directamente adquirirlos, que guardan y venden luego cuando se presenta la oportunidad. Son quienes se aprovechan de aquellos individuos que, por diversas razones (por ejemplo, falta de tiempo), no han podido conseguir los alimentos. Entonces, hasta triplican los precios o, incluso, pueden adulterar los productos para aprovecharse de la crisis.

El origen del nombre “bachaquero” viene de bachaco, que es una hormiga culona, típica de la zona, que se caracteriza por cargar sus alimentos encima”

En Catia, paraíso de los bachaqueros, se venden las bolsas de alimento de las cajas CLAP (distribuidas por el Estado) a unos, aproximadamente, 150 mil bolívares. También se pueden ver camiones de la Guardia Nacional distribuyendo las mismas cajas en ese sitio para hacer negocios lucrativos. Son quienes producen el verdadero daño.

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