El misterioso sabor del alfajor pampeano de Nora Ponzo y la mágica experiencia de combinarlo con café 

Seamos sinceros, hay pocas experiencias en esta vida que se asemejan a la mágica sensación de iniciar el día sorbiendo un café espumoso y metiéndose en el estómago un bocado de pampeanidad de dos tapitas con dulce en el medio, el misterioso y mágico alfajor de Nora Ponzo que obtuvo 3 medallas en el prestigioso Mundial de Alfajores. 

En ayunas recomendamos que ingiera sólo un bocado y no los 120 gramos que pesa la golosina completa porque en ese caso usted corre el riesgo de morir de felicidad. Si sigue los pasos correspondientes, usted recibirá una vital energía en el cuerpo, un sacudón aceptable que lo colocará en óptimas condiciones para ingresar a la órbita del día sin que éste, con su habitual y terrible uniformidad, lo pase por encima. 

Al igual que en un viaje chamánico o cualquier experiencia trascendental que busque torcer el destino que Dios, el Universo, sus padres o que el castrador entorno le ha asignado a su vida, el punto clave del asunto es la intención que usted deposite en la práctica. No se trata sólo de ingerir la sustancia (café-alfajor). Acá intentamos dejar atrás al mamífero glotón en que se ha convertido. Entonces ponga especial atención al ritual que debe realizar. 

Empecemos por el café. Utilizaremos un instantáneo, pongámosle Nestlé Moca suave para producir, luego de un arduo pero metafísico batido, una espesa espuma en la superficie, acolchonada y esponjosa, de color marrón beige tan buena para el paladar como para la moral visual. 

Si ha decidido pasar una buena noche y el sueño se ha desprendido de usted como se desprende la mariposa de la hoja al aletear, y tiene tiempo, puede tomar una ducha con mucho vapor hasta casi no ver. De lo contrario, se recomienda destinar su tiempo sólo en el café.

Una vez en la cocina, pone agua en la pava y agarra una pequeña taza de porcelana, preferiblemente circular y regordeta de unos 40 o 50 mililitros con una base lisa y limpia para que el contenido no quede estancado en los intersticios y el resultado no sea poco decoroso.

Usted destapa el tarro de Nestlé Moca suave (más adelante podrá utilizar este tarro como recipiente para tragos, para colocar una vela y beber café en noches románticas o para guardar cogollos -ya hablaremos de la experiencia de la santa trilogía marihuana-alfajordeNora-café), y levanta dos grandes cucharadas como pequeñas montañitas del médano de Toay.

Luego coloca media de azúcar -queremos que ayude al color pero que no sea invasivo-, y vierte solo una cucharadita de agua. De esta manera, se prepara para batir. Pero tenga cuidado. Si se queda corto de agua, se formará una bola discontinua y horrible, su mañana se arruinará y mejor que regrese a la quietud de sus sábanas. Si se pasa de agua, se generará una sustancia difícil de espesar, llegará tarde a todos lados y oscuramente se replanteará su vida. 

Ahora bien, si es un profesional del detalle, estará listo para lanzarse a la aventura de la mezcla. Aquí puede incluso poner un buen set y relajarse. Comienza con un movimiento de muñeca, circular y continuo. Usted se concentra en la mezcla. Se deja llevar. Percibe el aroma que ingresa por su nariz y se deposita en su cerebro. De pronto su mente se pondrá en blanco. Tendrá espacio para incorporar un pensamiento nuevo que hasta el momento no se lo hubiera imaginado, y aparecerá en su rostro una sonrisa socarrona. Tendrá tiempo, porque se escurrirá todo a su alrededor. 

Usted sigue observando el movimiento de la  mezcla, y en ella ve al gran remolino de las costas meridionales del archipiélago noruego de las islas Loften. Todo se desarrollará armónicamente, está usted, su café y la inmensidad del universo por delante. Tenga cuidado, porque aquí su cuerpo y mente adquirirán una sensibilidad que los mortales no suelen tener, y un error en la mezcla podría ser fatal. Podría morir de frío. 

Si logra efectuar la actividad con éxito, la vida será apenas un juguete con el que usted juega y se divierte. Será su cómplice y compinche para emprender nuevas aventuras, más allá del café. Usted cabalgará su propia vida, como al caballo rocinante que no tiene riendas ni bozal. Perderse ya no representará ningún esfuerzo, lo hará con la misma naturalidad que el agua cuando resbala entre las rocas del río de la Playa de los Hippies. Se perderá, pero usted no estará perdido. Lo que pensaba que era su identidad, comenzará a diluirse, empezará a ser el reflejo de otra cosa, se abrirán nuevas posibilidades, porque sus límites se desdibujarán… pero espere, no se vaya tanto, porque la mezcla no debe superar el nivel justo de espesura. 

Si esto ocurre, se generará una base de concreto en el fondo, y el agua jamás fusionará con el café, arruinándolo. Entonces sea cauto, como un lagarto mantenga un ojo siempre en el cielo y otro en la tierra, junto a su café.

Si siente que el movimiento giratorio de su muñeca empieza a resultar dificultoso, es porque la mezcla está lista. Para corroborar, levante con la cuchara un poco de café, elévelo, de vuelta el utensilio y si la masa se va estirando tal cual se estiran los encuentros los fines de semana con su persona amada, es porque ha llegado a buen puerto. Ahora sí, es el momento de calentar el agua. Hágalo. 

Si quiere puede batir un poco más como quien realiza un último acto para memorizarlo y evocarlo en momentos de soledad y nostalgia. La pava está lista y es una hermosa cascada por la que un hilo de agua cae dentro de la tacita de porcelana, mientras usted revuelve lentamente, inhala dosis de café y observa cómo los marrones cambian de estado, de color, sube como el agua de los cenotes hasta el final donde una gruesa capa de espuma, que no lo abandonará, lo espera. 

Usted bebe un poco y ahora sí, está listo para mandarse un bocado del famoso alfajor de Nora Ponzo. O, mejor dicho, después de esta experiencia psicodélica ya está listo para imaginárselo. Porque la verdad es que, pese a los intentos, nosotros tampoco hemos conseguido ni una sola de estas golosinas y hasta el momento no pudimos probarlo.

Ocurre que Nora, administrativa en un colegio de Santa Rosa, empezó en la pastelería y los alfajores para solventar los gastos que demandan tres hijos (dos de ellos estudiando). Y, tras la enorme sorpresa de haber obtenido una medalla de oro en Mejor Sabor Tradicional y dos de plata por Mejor Alfajor Simple y por Mejor Chocolate Blanco, su vida cambió al igual que su agenda, que ahora parece la de una exitosa empresaria del alfajor.

Sus alfajores, cada día más cotizados, no se consiguen. Algunos mal pensados sospechan que es una vil estrategia de marketing. Pero nosotros sabemos que la mujer se encuentra muy atareada y hasta el momento unos pocos privilegiados han probado ese alfajor. 

No obstante la redacción de BIFE cumplió con los deberes y consiguió en exclusiva unos testimonios de Ponzo. Oriunda de Rojas, reside en La Pampa desde hace 25 años, nunca imaginó que el alfajor le iba a marcar su verdadero camino.

Desde que empezó a crear bandejitas de dulces para familiares y amigos, Ponzo supo que el alfajor era especial. “Es un producto noble y versátil”, dice. “Con los rellenos podés combinar sabores y siempre podés innovar”.

El alfajor que le dio a Nora la medalla de oro en el Mundial de Alfajores tiene una tapa con pedacitos de nuez, relleno de dulce de leche, un corazón de nuez y una cobertura de chocolate blanco. Este misterioso y suponemos delicioso bocado se impuso en la categoría de “Sabor Tradicional” en una competencia feroz, que reunió a más de 180 productores y 400 muestras de todo el país.

“Con presentarme ya había ganado”, comenta Ponzo, quien solo envió una muestra, mientras que otras empresas presentaron varias. 

Si bien ahora es solicitada por todo el mundo, cuando empezó hace dos años no logró colocar su producto en los comercios. “Solo uno me llamó y, ahora, tiene prioridad porque fue el que confió en mí desde el principio”. Desde entonces, su alfajor ha crecido en popularidad y, aunque trabaja en su propia cocina, ya considera la posibilidad de expandirse y habilitar un espacio mayor.

Nora enfatiza la importancia de mantener la autenticidad y la artesanía en sus productos. Desde la materia prima hasta la etiqueta que su marido coloca, todo el proceso es casero. “No quiero que se pierda el producto artesanal. Cuando se hace masivo, deja de ser lo que es”, reflexiona.

Para Nora, el alfajor no es solo una golosina; representa distintos momentos de la vida. “El alfajor me lleva a la infancia, al recreo”, recuerda. Hay un alfajor para cada etapa. Desde los clásicos Guaymallén y Terrabusi hasta las nuevas versiones gourmet con ingredientes como manteca de maní o ajo negro.

“Esto me explotó en la cara”, dice Nora, aún sorprendida por la cantidad de llamados que ha recibido desde que ganó medallas en el torneo. 

Ahora sí, si ya tomó su café e imaginó cómo sería este misterioso alfajor en su boca, ya está listo, y puede caminar erguido por el pasillo de su casa, en cuyo final los dioses y las doncellas lo estarán esperando con alfombras y caricias para abrirle la puerta.

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