Una mujer desesperada, embarazada de 9 meses con un camisón blanco ensangrentado, está parada sobre las vías mirando un tren que viene de frente. Al costado hay un tanque de agua. La mujer está cansada y no encuentra más salidas. Es un perfecto día de sol en esa desconocida localidad y Andrea Langhoff despierta transpirada en su cama. ¿Qué significaba esa pesadilla? Cada vez que duerme, sueña con esas vías, ese tanque, esa triste mujer embarazada ¿por qué? 40 años después descubrirá que su vida fue un sueño y ese sueño, el único sitio donde se enfrentaba a lo verdadero sin mediaciones, sin mentiras.
Pero ese será el tercer despertar de Andrea, mucho tiempo después. El segundo fue cuando descubrió que detrás de su historia funcionaba una red de tráfico de bebés. Y el primero al enterarse que no compartía la misma sangre que su familia.
Tenía 6 años cuando su madre –que había perdido 5 embarazos-, durante un brote psicótico la arrinconó contra la pared, la levantó del cuello y le dijo: “Te tendrías que haber muerto vos en vez de mi hijo, no sé para qué te trajimos”.
En primer grado una compañera de colegio en el recreo le dijo: “No te das cuenta que sos una negrita de mierda, que te abandonaron y te adoptaron”.
Unos días antes de cumplir los 7, un primo visitó su casa. Andrea creyó que se reunían para organizar su cumpleaños, ya que las puertas siempre estaban abiertas y ese día cerraron el ingreso al comedor. Emocionada saltó de la cama en pijama y se acercó sigilosamente a escuchar al padre y a su sobrino del otro lado.
-Dale tío, déjate de joder, tráele un hermanito
-No, no, yo nunca tendría que haber hecho eso, no quiero problemas.
-Pero si con Andreita no tuviste problemas. Hacemos los papeles y listo.
-No quiero problemas, con Andrea siempre estoy mal por las preguntas que hace.
-Bueno, pero ella cómo se va a dar cuenta que es adoptada.
Andrea volvió a su cama como empujada por la inercia a mirar el techo y no recordó nada más. Los años pasaron.
Tal vez si no hubiera sufrido el desquicio de su madre, la crueldad de su compañera, la frase de su primo, o si no hubiera existido ese día de invierno a los 11 años cuando sintió durante una salvaje paliza que su madre de crianza podía matarla, tras lo cual Andrea se encerró en la habitación del padre y con una gillette en las venas advirtió:
–Decime quién es mi madre. Decime la verdad porque yo me mato.
A lo que el padre, sin embargo su único consuelo en ese caos, levantó la voz por primera y única vez y respondió: “Tu madre fue una puta que dejó como 5 hijos tirados, para qué querés encontrarla”.
Si todo esto no hubiera pasado, si Andrea hubiese tenido una infancia amorosa, quizá hubiera abandonado la búsqueda o tal vez nunca la hubiese empezado, como tantos otros niños apropiados (como sus tres primos entregados por el mismo médico) que no quisieron indagar porque les hicieron creer que tenían que ser agradecidos con su familia de crianza; y hoy, quizá, otras 14 personas, víctimas de esa red, que pudieron reconstruir sus vidas, no hubiesen encontrado nunca su identidad.
Con el tiempo la violencia empeoró. La mujer empezó a golpear también a su marido. Andrea escapó de su casa. A los 14 se juntó y a los 15 nació su primer hijo. Era momento de volver a foja cero: olvidar el infierno de su pasado y construir una nueva familia.
Pero decidió terminar el secundario. Para anotarse en el nocturno, necesitaba su partida de nacimiento. Pactó una reunión con su madre y la historia, luego de tres años en suspenso, se reanudó.
El ascensor abrió las puertas y le empezó a faltar el aire. Transpiró, se estremeció, el corazón comenzó a latir aceleradamente. Tenía que entrar porque las escaleras estaban clausuradas. Apenas puso un pie adentro, todo se enrareció. La vista se le nubló y la invadió un miedo atroz, un pánico incontrolable. Otra vez la sensación de estar atrapada en un ataúd bajo tierra.
Después de tantos años de terapia, el origen de su claustrofobia dejó de ser un misterio para Andrea cuando se reunió con su madre de crianza 3 años después de haberse ido de su casa, a sus 17 años.
–Cuando naciste te metimos en una valija y te trajimos desde Pico hasta acá.- contó la mujer, como al pasar.
Su psicóloga le explicará que por haber sido sacada del vientre y encerrada en otro lugar sin los latidos maternos y con un aire que no es propio, generó ese ahogo fatal que siente en los lugares cerrados.
La madre de Andrea tenía esquizofrenia y ya para esa altura estaba bien medicada. Ahora era una persona razonable, tranquila, y Andrea en ese encuentro pudo recopilar buena información que le sirvió para emprender la búsqueda que recién comenzaba.
-¿Cómo que me trajeron en una valija?
-Sí, eras tan tranquilita que te llevamos ahí para que no hubiera problemas.- Andrea imagina una familia transportando un cachorro- Recuerdo que a tu padre lo llamaban durante el embarazo de tu madre biológica y le decían que ella estaba bien. Durante esos 9 meses le pasó dinero. Un día me dijo “armá las valijas que nos vamos a Pico, ya nació”. Recuerdo que tu padre llevó una suma de dinero en un sobre, era bastante plata.
Cuando naciste te metimos en una valija y te trajimos desde Pico hasta acá.- contó la mujer, como al pasar
¿Cuánta plata? Imposible saberlo porque la madre de crianza de Andrea era analfabeta y no podía diferenciar los billetes sino por sus colores. Además tenía un pequeño retraso madurativo y, un poco, la dejaban al margen de todo.
Andrea nació el 14 de septiembre de 1976 y sus padres de crianza la buscaron el 17. Esos dos días y medio estuvo en la casa de una “tía” (que anteriormente le había dicho que no sabía que era adoptada, razón por la cual empezó a dudar). Cuando sus padres llegaron a Pico, hicieron los papeles en el Registro Civil, y la buscaron. “Para que no haya problemas con los diarios”, no se quedaron al casamiento que tenían al día siguiente. Cargaron a Andrea en una valija y volvieron a Glew, localidad donde vivían.
–¿No te acordás de Broggi?– siguió su madre- Ese médico grandote que fue un día a verte, te subió a upa en el sillón, te llevó chupetines y caramelos y dijo “qué hermosa y grandota está Andreita”.
-No, ¿quién es?
-Broggi, el médico que entregó a tus tres primos, a casi todos los chicos de la familia. Él entregaba nenes, eran todos actos de amor.
Durante esos 9 meses le pasó dinero. Un día me dijo “armá las valijas que nos vamos a Pico, ya nació”
En su familia hay otras 3 personas entregadas ilegalmente por Carlos Emilio Broggi, desde los años 1975 a 1982.
-Yo digo que hables con Broggi- aconsejó la mujer-, es una buena persona, te va a decir quién es tu madre.
-Hola, ¿con el Hospital Centeno?
-Sí, ¿en qué puedo ayudarla?
-Estoy buscando al obstetra Carlos Emilio Broggi.
(Del otro lado se escucha una risa irónica)
-Disculpá, ¿qué causa gracia?
-El doctor Broggi no es obstetra.
-¿Broggi no hacía partos?- pregunta Andrea
(De nuevo se percibe un gesto burlón)
-Mirá… un cardiólogo atiende el corazón, un pediatra atiende niños…- responde la recepcionista.
-(Sin titubeos) Estoy buscando mi identidad, ¿me puede ayudar?
-¿Estás segura que naciste en el hospital Centeno?
-Sí
-¿Tenés la partida ahí? Pasame la dirección que figura.
-Calle 18 Norte 871
-(Otra vez esa risita) Esa dirección es del CEM (Centro de Especialidades Médicas). Ahí están los consultorios de Broggi– dijo la recepcionista, que sabía de qué se trataba el asunto.- Te aconsejo que vayas y busques al médico y hables con él, porque si llamás ahí no te van a dar ningún dato.
Andrea Langhoff creyó que era hija de desaparecidos. Se acercó a Abuelas de Plaza de Mayo y la derivaron al Conadi (Comisión Nacional por el Derecho a la Identidad), pero no obtuvo respuesta. Durante años intentó comunicarse con Broggi. En enero del 2003 la atendió su secretaria, quien formuló una serie de excusas y cortó. El marido de Andrea estaba presente, no quería perder más años. Agarró el teléfono y llamó.
-Quiero hablar con Broggi.
-¡Ay! Qué concurrido está hoy el doctor, ¿por qué tema lo busca?
-Por una adopción que hizo.
-No será posible, el doctor no se encuentra.
-Mire señora, es urgente. Hay que hacer un trasplante –mintió-, y sí o sí necesitamos saber quién es la madre biológica.
La secretaria cortó e inmediatamente apareció Carlos Emilio Broggi por primera vez, del otro lado del teléfono. Le explicaron lo del trasplante y le dijeron que él figuraba como el médico que estuvo presente en el parto.
-Estoy de vacaciones pero ya mismo vuelvo a Pico para analizar este caso porque sí o sí hubo una mano negra. Alguien fraguó mi nombre-, dijo Broggi.
Te aconsejo que vayas y busques al médico y hables con él, porque si llamás ahí no te van a dar ningún dato
Broggi llamó al día siguiente
-Buenos días. Fui al Registro Civil de Pico porque dudaba de tu partida de nacimiento. Un juez penal amigo mío– chapea por primera vez- me dijo que me quede tranquilo porque no estaba mi firma.
Broggi se refería a Julio Rogelio Fernández, quien 6 años después se va a suicidar de un disparo en la cabeza luego de haber tenido que renunciar a su cargo tras las múltiples críticas y repudios que recibió por señalar en un juicio por violación que el uso de armas por parte del agresor no sólo no constituye un agravante sino que beneficia a la víctima, porque ello hacía que ésta no se resistiera y con ello, evitara consecuencias mayores (click).
-Ya sé- dijo Andrea- en la partida sólo está la firma de mis padres de crianza. Pero sus datos están en el certificado.
-(Broggi se indigna) Vos tenés que entender que alguien utilizó mi nombre de mala fe, me robaron el sello e hicieron un certificado trucho.
-Bueno, con esos datos vaya a la Justicia y ayúdeme a resolver mi identidad- pidió Andrea.
-Lo mejor será que vengas a Pico y lo hablemos en persona.
-Mire doctor, mi madre se está muriendo de cáncer y tengo dos hijos. Lo único que quiero es saber quién es mi madre biológica. Nada más que eso.
-Está bien, dame unos días.
Pasaron 9 meses.
-¿Pero cómo no va a estar al tanto de todo?- pregunta la mujer que crio a Andrea, en uno de sus encuentros.- Si el doctor era el amante de tu prima Hilda, la mujer de Alfredo.
-Qué tiene que ver, mamá. No importan los puterios familiares.
-Te lo cuento porque cuando vos naciste ella trabajaba en el Hospital. Era administrativa.
Así fue que los padres de crianza conocieron a Broggi.
Con ese dato, durante el 2003, pasó semanas desde un locutorio llamando a distintos barrios de General Pico. Cuando preguntaba por el doctor, muchos le decían “bueno, yo no te puedo ayudar”, y algunos le dijeron: “Había varios médicos que entregaban niños, algunos hacían abortos y cuando la chica estaba de muchos meses, los vendían”.
Andrea recordó que su madre le había dicho: “Cuando naciste nos volvimos inmediatamente para que no haya problemas con los diarios”. Llamó a La Arena, la comunicaron con Alberto Callaqueo. Le dijo: “Te estás metiendo con un león, es difícil que alguien hable mal de Broggi”. El periodista comentó que se corría ese rumor, y recordó a dos mujeres que se acercaron a Pico buscando su identidad. Una, de Lomas de Zamora, vino en 1998. Se llama Carina Macagno, y habría sido entregada por el doctor Víctor Vidales en 1972. Su tía de crianza -el nexo– era la cardióloga de la Clínica Argentina. Y otra, en 2001, participaba en un cuerpo de ballet y aprovechó la gira para averiguar.
-Entonces no soy yo sola, estamos hablando de más casos.
-Sí, pero nunca nadie dio nombres. Vos serías la primera.
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Noviembre del 2004. Andrea y Mónica, su amiga que la acompañó en toda la búsqueda, caminan las calles de General Pico con el certificado de nacimiento en la mano. Llegan a una clínica, la puerta se abre. El abogado de Carlos Broggi pregunta:
-¿Qué estás dispuesta a negociar para que Broggi recuerde algo que ocurrió hace 28 años?
-Solo quiero el nombre de mi madre biológica.
Siguen caminando.
A continuación, el consultorio de Broggi. Las recibe.
-Andreita- con los ojos bien abiertos- por fin nos conocemos.- le dice, mirándola.
Alto, sonriente, con un cigarrillo Benson en la mano derecha.
-Vení, pasá- estira el brazo, se arremanga el delantal blanco.
-Viste cómo me di cuenta enseguida quién sos.
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