LUCERO, VORTERIX, MEDIOS MARGINALES, ROCK PAMPEANO Y EL FRACASO DE “MI BANDA INTERIOR”

La frase del secretario de Cultura resonó durante días en redes sociales, amplificada por músicos y todo el ecosistema de la escena pampeana. “Son pocas las bandas de rock que hay en la provincia”, se despachó Pablo Lucero en medio de una entrevista, con una falta de timing llamativa para el cargo que ocupa. Si bien luego intentó retroceder sobre sus palabras, lo dicho ya había quedado grabado en tinta digital indeleble.

El origen de la desafortunada frase surgió a partir del cuestionamiento por la colaboración de Cultura con Vorterix Santa Rosa, a la que la Secretaría le cedió el auditorio Medasur para realizar un concurso llamado Mi banda interior. El certamen proponía seleccionar diez bandas locales, una de las cuales competiría luego con otros trece grupos ganadores del resto de las emisoras que Vorterix tiene a lo largo y ancho del país. Sin embargo, los organizadores locales terminaron anunciando que el concurso se suspendía por tiempo indeterminado.

En diálogo con BIFE, Cristian Riutort, director artístico de Vorterix Santa Rosa, sostuvo que la suspensión no estuvo directamente vinculada a las declaraciones de Lucero ni a la polémica posterior. “Nos llegó la propuesta muy sobre la fecha, con plazos de producción y logística muy ajustados. Después de analizarlo, decidimos suspenderlo”, aseguró.

Lo cierto es que las palabras de Lucero y la polvareda que levantaron fueron, al menos, el detonante final de un evento que nació torcido. Varios artistas comenzaron a bajarse tras la viralización de la nota periodística.

“Lo peor de todo es que Lucero sabe perfectamente cuántas bandas hay en La Pampa, porque fuimos nosotros quienes hicimos un relevamiento y le entregamos un listado de 80 formaciones que mantienen viva la movida en toda la provincia”, señaló a BIFE Fede Tecilla, integrante de AMIRP (Agrupación de Músicos Independientes Pampeanos) quien también denunció un “ninguneo constante” del funcionario hacia la escena rockera. “No nos tienen en cuenta para los festivales. Lo que hacen es convocar a grupos de covers, aduciendo que ‘eso es lo que pide la gente’”, agregó.

Las reglas del concurso

El señalamiento hacia la colaboración de Cultura con Vorterix surgió de una nota publicada en un matutino y luego amplificada por otra emisora radial que, si bien su forma jurídica es otra, al igual que Vorterix, no deja de ser una empresa. Se trata del periodismo representante del progrerío que se disfraza de peronista; comunicadores que causan vergüenza ajena y que siempre buscan estar “a favor de todo lo bueno y en contra de todo lo malo”. Los cuestionamientos apuntaron a Lucero no sólo por la cesión del auditorio, sino también por la inscripción que debían abonar las bandas seleccionadas.

Paradójicamente, ese fue el mayor atractivo para los músicos: los 200 mil pesos que debían pagar les permitían acceder a la filmación en 4K de tres temas. “Eso a casi ningún artista le pareció mal. Imaginate que grabar en esa calidad, con tres cámaras, buenas luces y todo el equipo técnico, te sale como mínimo 700 mil pesos”, explicó a BIFE Mauro Queupul, integrante de Methal Kyrios, banda que analizó participar y luego desistió.

Lo verdaderamente grave del rol de Lucero fue admitir que desconocía las reglas del concurso impulsado por Vorterix. En particular, una de las condiciones que la franquicia había impuesto. Se cobraría una entrada de 8 mil pesos, y el público que asistiera votaría a las bandas. Ese voto, sumado al del jurado, definiría al ganador.

El punto más polémico era evidente: el grupo con más seguidores dispuestos a pagar esos 8 mil pesos tendría mayores chances de consagrarse. Una regla muy cuestionable, que no generaría conflicto si se tratara de una iniciativa privada, pero sí cuando el Estado decide involucrarse.

La respuesta desde la escena

Una parte de la movida respondió a los dichos de Lucero con la consigna “Basta de invisibilizarnos”, un gesto que resulta algo contradictorio porque de algún modo termina validando la mirada del funcionario. Es una reacción más propia de una minoría que busca reconocimiento identitario, cuando el rock pampeano siempre fue un fenómeno cultural muy popular y movilizador.

¿Le sirve realmente un concurso a una banda de rock?

Otro punto en debate es el sentido del concurso en sí. Mi banda interior prometía al ganador nacional un lugar en la grilla del Quilmes Rock 2026 y del Gesell Rock. Pero, seamos sinceros: ¿cuánto le aporta a una banda tocar en un horario marginal, sin público, con técnicos todavía subidos a una escalera ajustando los fierros? Nada. ¿Qué grupo tuvo un futuro promisorio después de ganar un concurso? Ninguno.

Desde sus inicios, el rock en La Pampa fue formador. La provincia tuvo -y tiene- músicos, productores y agitadores que organizan y sostienen festivales independientes, con una convocatoria genuina y constante. Bandas que trascendieron los límites provinciales por sus canciones y su esfuerzo.

¿Concursos? ¿Para qué?

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