Pedro Saborido y Felipe Pigna suben al escenario para hacer lo que mejor les sale: hablar de la Argentina, hacernos reir y, de paso, también pensar. El próximo 22 de julio, el Teatro Español será la sede de Historias Argentinas, un espectáculo en formato de charla donde historia y humor se cruzan sin pedir permiso ni certificado de autenticidad. El evento llega a Santa Rosa de la mano de Ranco Aparte producciones.
“Es una charla donde se comparten estos dos mundos: el mundo de la historia y el mundo del humor, a partir de cosas que van surgiendo”, explicó Saborido. La dinámica es sencilla y, a la vez, profundamente argentina: “Hay partes donde Felipe habla más de historia y partes donde yo hablo más de momentos humorísticos o momentos donde se sale de la historia para concentrarla con humor. Ahí aparecen más tres variables, ¿no? Identidad argentina, y después, revoluciones”.
Saborido es esa rara especie de artista que te hace reír mientras te acomoda un cross de realidad en la mandíbula. Guionista, productor, escritor, y peronista de trinchera, es el cerebro detrás de “Peter Capusotto y sus videos”, ese experimento televisivo que desactivó neuronas complacientes durante más de una década. Y autor de varios libros. Antes de eso, Saborido ya había dejado su huella en “Todo por dos pesos”, cuando el absurdo todavía era patrimonio de la resistencia.
Lejos de limitarse a una cronología de próceres, fechas y batallas, el espectáculo se alimenta de lo que nos atraviesa todos los días. “Aparece lo coyuntural, porque convivimos con eso. “El pasado, todo el tiempo, va a tener relaciones con la actualidad. Pero lo tocamos por momentos y también como una forma clara”, aclaró el guionista y productor, que no necesita nombrar a Milei ni a Perón para que se entienda de qué está hablando.
¿Y el humor? Para Saborido, no se trata de chistes fáciles ni de memes en vivo. “El humor no sale solamente de lo que va ocurriendo, de esos momentos mínimos de actualidad. Al contrario: nos divertimos mucho, la gente se divierte mucho, porque precisamente se aleja un poco, toma un respiro. Pero sin dejar de pensar en lo que está pasando”.
El humor, la historia y la identidad nacional funcionan como excusa y como marco. Sobre esta nueva suerte de nacionalismo que surje como contrapunto narrativo al gobierno extranjerizante de Milei, Saborido sostiene que “hay oleadas de un hermoso nacionalismo, pero el tema es dónde queda, ¿entendés? Porque una cosa es amar a tu Argentina y querer integrarla al mundo, y otra es querer protegerla. Cada uno ama a su Argentina como quiere y para lo que quiere”, reflexionó.
Y añadió con una dosis de escepticismo: “Están muy bien los planos simbólicos del nacionalismo, pero no sé los otros planos… la Marina Mercante, por ejemplo, está en desacción y nadie se entera”.
En ese sentido, Saborido señala que muchas veces la militancia queda atrapada en lo performático: “Que la gente se junte, se abrace, eso está bien. Es el analgésico, no el antibiótico. El tema es qué hacés después”. En esa línea, apunta que lo simbólico debe empujar hacia algo más: “Ya te despertaste. Bueno, ahora hay que ver qué hacés. Porque despertarse no garantiza nada”.
También se refirió a la mirada de la militante y analista Mayra Arena, una de las voces más lúcidas del Movimiento, quien sostiene que hoy el peronimo ya no interpela a la “negra de barrio”, sino a la “piba del termo Stanley con stickers de Diego y Evita”.
“Siempre la escucho mucho. Tiene miradas muy azazadas y profundas, que a veces incomodan porque te sacan del engolosinamiento identitario”. Y reconoció que algo de cierto hay en esa afirmación. “Ya no todo humilde es peronista, y hay muchos peronistas que son de clase media”, sostuvo Saborido.
Con ironía, pero también con resignación, Saborido admite que hay muchas más preguntas que respuestas. “La política es un problema. Asumir que hay problemas. Si todos pensáramos igual, no habría necesidad de política”.
“No quiero diagnósticos. Estoy cansado. Lo hablaba con Mariano Hamilton: todo lo que vos suponías que te servía para entender, te lo metés en el orto, porque no entendés”, lanzó sin filtro. Y remató: “E indignarte es un estadio elegante de la impotencia”.
De eso se trata también Historias Argentinas. De asumir que no todo se entiende, que no todo se resuelve, pero que reírse es el intento de un respiro colectivo. Y en estos tiempos, no es poco.