¿Qué pasa con la jodita en Santa Rosa?: Del hostigamiento municipal a las miserias de la escena electrónica local

La jodita, término que comenzó a utilizarse en el último lustro para llamar a las fiestas electrónicas, se volvió una actividad recreativa que creció exponencialmente en Santa Rosa. Lo que a fines de los 90 y principios de los 2000 era algo reservado para un puñado de pibes y pibas —generalmente de estratos acomodados que buscaban tomar un poco de distancia de la cultura rock—, hoy se ha masificado de tal manera que la oferta de estos eventos se multiplica año a año en la ciudad, y nuevos actores reclaman su lugar en una escena que agota tickets y motiva a precoces asistentes a las pistas a convertirse en deejays. De hecho, hasta hay una “academia” en la capital pampeana que te enseña a que tu mezcla no zapatee. Posta. Pero, ¿cuál es la realidad de este movimiento sinérgico de música y estimulantes sintéticos que cada vez mueve más dinero y donde todos quieren llevarse la suya, o la de otro?

En temporada alta, la jodita se incrementa y despliega una maquinaria de marketing y relaciones públicas: se contratan filmmakers para que los reels luzcan cada vez más atractivos, se fija un piso de reproducciones para los aftermovies, los flyers elevan la vara del diseño y, así, todo el ecosistema de la jodita entra en éxtasis. Pero hay algo más. Toda jodita necesita de un después. El punto cúlmine de los militantes del hedonismo. “¿El after dónde es, bro?”, “Yo llevo las cajas y tiro un par de luces”, “Mis viejos se van. Sale after en casa, hay pile”, son algunos de los mensajes que más caen al WhatsApp de los integrantes de la religión de los 120 bpm. El escenario ideal es, claro está, el after hogareño, donde un altruista pone a disposición su propiedad para el non-stop. Pero, cuando eso no sucede, en el ritual del aguante de los incluidos, brota el negocio ante la necesidad del dame más.

El domingo 22 de diciembre, una fuente policial comunicó a BIFE sobre la clausura de un evento en La Lomita, predio que en el último tiempo se transformó en una suerte de tierra santa para las fiestas electrónicas y, especialmente, para el after pago. La información a la que accedió este medio fue que el lugar carecía de habilitación para venta de alcohol y de personal de seguridad, y por eso se procedió al operativo tras un llamado que alertó sobre la situación. Minutos después de la publicación de esta noticia, BIFE recibió mensajes de los administradores del lugar, quienes indicaron que lo publicado no había sido de tal manera. Lo cierto es que quienes están a cargo de La Lomita entraron en un profundo desorden comunicacional. Pero lo llamativo fue lo que se originó horas posteriores: acusaciones cruzadas circularon por WhatsApp, apuntando a productores de la movida por denunciar a los realizadores del after. Una caza de brujas raver.

Pose en la jodita

“El que los denunció es un hijo de puta, pero ustedes también no sé por qué publicaron eso. No está bueno, ¿porque sabés lo que pasa? En los afters no se necesita seguridad, no somos negros cabezas que vamos a ir ahí a trompearnos. En la electrónica no pasa eso. Deberían borrar la publicación”, recomendó un allegado a la redacción, consejo que, lógicamente, no tomamos en cuenta.

Como sea, las mezquindades dentro de la escena salieron a flote. “A mí, desde ese lugar, de La Lomita, me están acusando de que yo los denuncié, pero eso no es así. Es algo que nunca haría. Además, si pensara en hacerlo, no lo haría desde un teléfono donde salte mi número”, cuenta a BIFE el DJ y productor señalado de dar aviso a la policía de Toay. A raíz de esto, otras versiones llegaron a este medio, apuntando a la clausura de La Andría, otro lugar donde se llevaban a cabo afters y que habría sido denunciado por otro productor de la movida electrónica santarroseña. Quedará por verse si la guerrita entre agitadores y productores se prolonga o hacen un alto al fuego para resistir contra el “enemigo” que lleva los fierros pesados: el municipio.

Las reglas de juego que impuso la gestión de Di Nápoli para los eventos de fin de año no dejaron conformes a muchos productores de eventos, entre ellos de fiestas electrónicas, y comerciantes de la noche que se prepararon durante meses para la temporada. Al igual que el año pasado, la municipalidad dispuso la controversial medida de que las fiestas al aire libre del 23 al 31 de diciembre se realicen en un solo lugar: el Predio Centenario, administrado por un grupo de empresarios de la noche. Desde el municipio aducen que esto se implementó tras llegar a un acuerdo con los productores y para concentrar a los inspectores en un solo punto geográfico. Todo indica que quienes cerraron filas con la municipalidad son los únicos beneficiados.

“Acá hay un claro direccionamiento para que sólo unos pocos puedan trabajar sin complicaciones”, dice en diálogo con BIFE un comerciante y productor de eventos con vasta trayectoria en la ciudad. “Hay gente que entró como paracaidista a los eventos de fin de año, gente que viene del cuarteto, de otro palo y que, por contactos con esta gestión municipal, tienen permisos que otros no tenemos”.

Uno de los eventos con mayor envergadura de fin de año fue “Experiential”, una realización que cuenta con varias ediciones y que, en esta ocasión, tuvo como atracción principal en su line-up a Simón Vuarmbom, DJ local que ha recibido cierto reconocimiento en la escena nacional e internacional. La productora encargada de la gesta de “Experiential”, al verse imposibilitada de llevar adelante la fecha en Santa Rosa por los impedimentos municipales, se vio obligada a trasladarla a la localidad de Toay.

El comunicado de Experiential

“La ciudad de Santa Rosa no nos permite recibirlos”, expresó el comunicado posteado en las redes sociales del evento. “150 reservas en hoteles y el turismo relacionado. 65 trabajadores. 7 proveedores de servicios con su personal. 5 marcas locales”, enumeró en su descargo la producción de “Experiential”.

Además de las productoras, otros perjudicados en plena temporada son los comerciantes gastronómicos que cuentan con habilitación para shows en la ciudad.

“Es tristísimo lo que está pasando. Ya no sabemos qué hacer, te juro. Tenemos un patio que no lo podemos utilizar porque vienen y nos multan por la música alta. Desde el municipio vinieron y nos dijeron que metamos los parlantes adentro. Lo hicimos, pero a la semana siguiente volvieron y nos midieron los decibeles bajo techo y también nos multaron. Teníamos un DJ tocando, pero estábamos en modo bar, con la gente sentada, pudiendo hablar, pero igual nos perjudicaron”, manifiesta un comerciante de un reconocido bar santarroseño. Y agrega: “Sinceramente no sabemos para qué lado ir. Son días muy complicados porque nos cambian las reglas todo el tiempo, y sólo queremos trabajar y conservar los puestos de laburo de nuestros empleados”.

BIFE se comunicó con Marcelo Cheli, titular del área de Comercio del municipio, pero este optó por no dar declaraciones y sólo se limitó a responder que estaba de “licencia”.

Si bien no es esta la primera gestión que arremete contra la nocturnidad, no deja de llamar la atención la inflexibilidad ante un contexto de pauperización del consumo. Por otro lado, la escena electrónica deberá limar asperezas entre sus actores para consolidar una movida mancomunada o acelerar e implosionar en un espiral de miserias.

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