Dos madres jóvenes están atravesando una situación desesperante. Con sus hijos a cuestas y en plena baja de la temperatura, hace semanas quedaron en situación de calle. Anoche tomaron la decisión de habitar dos casas del barrio “Los Profesionales” de la localidad de Toay; que están destinadas para médicos y enfermeros, pero que se encontraban deshabitadas (una de las viviendas precarias está en total abandono)
Esta tarde la policía se hizo presente. Les cortaron la luz y el gas; tampoco tienen agua. Según cuentan, recibieron amenazas. Les advirtieron que si no dejan las casas “va a ser peor”, y que hasta pueden sacarle a sus hijos.
Cuando el cronista de Revista Bife llegó al lugar, ubicado en la calle Urquiza, todavía permanecía un patrullero. La conversación con las mujeres transcurrió en penumbras. El frío se empezó a sentir a partir de las 18.30 horas, y para las 20 horas, momento en que se tuvo que prender una vela sobre un poco de cera en la mesada, el aire fresco penetraba a pesar del abundante abrigo que uno llevaba.
Para ese entonces, el hijo de 6 años de Antonella Villalba (25) dormía en un colchón con alguna frazada. El otro, de 2 años, la acompañaba sentado en un balde dado vuelta, masticando un trozo de milanesa.
Cuando se le consultó qué es lo más urgente que necesita, más allá de la seguridad de un techo, Antonella respondió: “Recuperar el contacto con mi hija de 9, que me la sacaron hace 3 años y no me dan ni espacio para verla. Los abuelos paternos me la quitaron, y la están utilizando para cubrirse al momento de vender drogas. Mi nena ya pasó por varios allanamientos, no puede ser que tengan más derecho que yo, que soy su madre. Por esta situación sufro estrés y depresión, no doy más”.
Antes de ingresar a la casa en la que está hoy, Antonella alquilaba un departamento pero se tuvo que ir porque debido a una pérdida de agua las paredes y el techo se empezaron a partir hasta el límite de que haya peligro real de derrumbe.
Es vendedora ambulante. Cada día recorre Toay, casa por casa, con sus hijos a cuestas, y ofrece alimentos. También realiza extensión de pestañas “pelo a pelo”. Sin embargo, por el aumento de los productos y la pérdida del poder adquisitivo de la geste, sus vendas empezaron a bajar.
Una situación laboral similar está atravesando Melani López (20 años), que tiene una beba de 7 meses. Hace 5 años se dedica a la depilación y a la estética, pero ya no pudo comprar los productos y empezó a perder clientes por la crisis económica. Entonces comenzó a vender torta fritas en la calle. En ese ínterin, le aumentaron el alquiler de 25 mil a 190 mil pesos y tuvo que dejar la vivienda.
La noche anterior estuvo a punto de dormir con su beba en uno de los vagones del tren de Toay, pero resultaba insoportable y demasiado peligroso por el frío que hacía. Antonella le propuso ir a una de las viviendas de la calle Urquiza, porque tras recorrer las casas vendiendo alimentos, descubrió que estaban deshabitadas. Fue así que pasaron la noche en el barrio “Los Profesionales”.
Si bien las madres solicitaron ayuda, recibieron unos 10 mil pesos durante dos meses. Insisten en que no quieren que les regalen nada, porque las dos trabajan desde que son menores, ya que se tuvieron que ir de la casa de sus padres a muy temprana edad.
“No saben lo que es pasar hambre y frío con tus hijos. Nosotros comemos una sola vez al día”, dice, entre lágrimas, Antonella.
“Yo quise tener a mi beba porque estaba bien, o sea me las arreglaba con mi emprendimiento, pero se vino todo abajo. Ahora me ayudaron con unos fideos y hamburguesas que no se pueden ni cocinar, un paquete de azúcar, un poco de yerba y leche”, comenta Melani.
“De acá no nos vamos hasta que nos den una solución. Queremos salir adelante, queremos estar bien, trabajar y darle lo mejor a nuestros hijos. Estamos solas. No recibimos ayuda de los padres ni de nadie. Pero no podemos volver a la calle porque tenemos criaturas y se viene el frío invernal”, lamentan.