En una oportunidad, escribí acerca del vicio feminista de mirar las manifestaciones de amor a través del filtro de la corrupción para otorgarles un sentido de suciedad. Me dicen, las feministas autopercibidas peronistas, que lo que yo escribo no tiene peso alguno porque romantizo el amor. Yo me río, porque la verdad que si algo es digno de ser romantizado, eso es el amor.
Pasó desde la edad media con el surgimiento de la novela de caballería y más tarde con el surgimiento del amor cortés. Desde hace siglos el ser humano le debe al amor mucho de lo que su cultura ha creado. ¿Qué otra cosa romantizaríamos si no el amor? ¿La olla popular, la vacunación experimental, el uso de sustancias psicotrópicas, la masturbación compulsiva como forma ideal del placer sexual, el trabajo precarizado, la soledad, el aborto? Déjenme a mí romantizando el amor que jamás me ha hecho daño.
Yo me río, porque la verdad que si algo es digno de ser romantizado, eso es el amor.
Así que sí, esta es una reivindicación del amor y apela a romantizar el amor, hacerlo ver como la forma ideal de las relaciones interpersonales y de las relaciones en general, con el medio ambiente, con el mundo, con el reino animal, con todo. “Si no hay amor que no haya nada, entonces, alma mía, no vas a regatear”, dijo el pelado.
El amor es una fuerza motriz, el primer motor inmóvil, diría Aristóteles, una pulsión de vida (el eros), diría Freud. “El amor es paciente, es bondadoso. El amor no es envidioso ni jactancioso ni orgulloso. No se comporta con rudeza, no es egoísta, no se enoja fácilmente, no guarda rencor. El amor no se deleita en la maldad sino que se regocija con la verdad. Todo lo disculpa, todo lo cree, todo lo espera, todo lo soporta. El amor jamás se extingue”. Eso dicen las Escrituras y está clara la definición de qué es amor y qué no.
Romantizar el amor es la tarea más digna que varón o mujer puedan acometer, porque el amor es la fuerza que mueve al mundo, mucho más que la ira, mucho más que el individualismo. Amar no implica aguantar la violencia, soportar la humillación, amar implica darse completo por una causa superior a uno mismo.
Llegará el día en que será preciso desenvainar una espada por afirmar que el pasto es verde” y todo tiende a hacernos suponer que vamos hacia allí, hacia ese nivel de distopía
Así que para la ira del feminismo, sí, los peronistas romantizamos el amor orgullosamente y somos plenamente conscientes de que sin amor no hubiera habido Quijote y Dulcinea, ni se hubieran reconciliado Montescos y Capuletos tras años de discordia absurda de no haber mediado un amor.
Sin amor no hubieran habido Juan y Eva, sin amor no hubiera habido peronismo y sin peronismo probablemente no hubiera habido una Argentina. Que les duela a quienes les tenga que doler, el peronismo es la doctrina de la paz y del amor.
Sé que en estos tiempos de distopía orwelliana atreverse a hablar acerca del amor y prestarse a sentirlo en toda su magnitud muy allí dentro, hasta que duelan las costillas, le vale a uno invariablemente el mote de odiador, pero estoy dispuesta a aguantármelo.
Esta es una reivindicación del amor y apela a romantizar el amor, hacerlo ver como la forma ideal de las relaciones interpersonales y de las relaciones en general
Para dar un ejemplo, hablemos del famoso spot de campaña de Guillermo Moreno. Todos han hablado de él, de derecha a izquierda del espectro mediático se han burlado de un trabajo humilde de gente que se mete en política para trabajar para el pueblo, no para recaudar la del pueblo.
Pero una de las primeras cuestiones que fueron señaladas respecto del video de campaña fue la de la tostada de Martita. Porque de hecho así comienza la escena: se encuentran Guillermo y su esposa Marta desayunando por la mañana y ella le entrega una tostadita o acaso una taza de té. Un gesto de ternura, sin lugar a dudas. Hay que ser muy triste para tomarlo como algo sucio.
Pero fue una militante de poca monta de “la derecha”, como se le llama de ordinario, seguidora de Patricia Bullrich, la que me señaló el asco que la escena le provocaba; el “machirulo” “haciéndose atender” por la mujer, algo inconcebible, verdaderamente.
Uno alimenta a quien ama no porque el otro lo obligue, sino precisamente porque uno lo desea, pues disfruta de dedicar tiempo a quien uno ama
Y yo pensaba en la cantidad de tostadas que me ha hecho mi madre a lo largo de mi vida, en las tortillas que amasaba mi papá para mí, con mezcla de polenta porque no alcanzaba la harina. Recordaba los memorables desayunos que mi marido me ha servido y en los que le he preparado yo tantas veces. Uno alimenta a quien ama no porque el otro lo obligue, sino precisamente porque uno lo desea, pues disfruta de dedicar tiempo a quien uno ama.
Parece tan absurdo tener que decir estas cosas, pero como alguno dijo alguna vez, qué tiempos serán estos que hay que justificar lo obvio. Alguien también dijo que “llegará el día en que será preciso desenvainar una espada por afirmar que el pasto es verde” y todo tiende a hacernos suponer que vamos hacia allí, hacia ese nivel de distopía.
Cuando uno ama se brinda, cuando uno ama le obsequia al ser amado aquello que en este tiempo no nos sobra a ninguno y que vale más que el oro y que el poder: le otorga tiempo, le otorga tiempo de atención, le regala la humildad de servicio no por sumisión, no por obligación, sino por amor. Cuando vos te ofrendás por amor sos más fuerte, no sos más débil.
Cuando vos te ofrendás por amor sos más fuerte, no sos más débil
Y sin embargo se nos quiere hacer creer que la esposa que le ofrenda a su esposo una tostada lo hace por oprimida, por sumisa, y no porque siente en lo más hondo de su corazón la necesidad de brindarse, de entregarse en cuerpo como ya se entregó en alma. El pasto es verde, el cielo es azul, el amor es amor y amar es lo contrario a odiar.
Que sean los llamados “conservadores” y “de derecha” quienes tomen nota acerca de cuestiones como esta que desnaturalizan al ser humano, de la misma manera que lo hacen los progresistas, nos debería llamar la atención.
Porque si bien una “conservadora” me llamó la atención acerca de la “violencia” contenida en esa tostadita, fueron los progresistas quienes se asquearon al ver a Guillermo dando un beso a su nietita mientras esta dormía.
Otra vez la figura del pederasta, la mirada sucia. ¿A quién se le ocurre pensar a priori que un abuelo quiera violar a su nieto? Ello es una aberración y una excepción, no la regla. Los padres aman a sus hijos, los abuelos aman a sus nietos y los besan cuando duermen y cuando están despiertos. El pasto es verde, el cielo es azul, el amor es amor y amar es lo contrario a lastimar.
El pasto es verde, el cielo es azul, el amor es amor y amar es lo contrario a odiar
No me detendré a analizar aquí el significado político del hecho de que un spot armado con la cámara de un celular, con cumbia pegadiza de fondo, haya causado tanto revuelo entre la intelectualidad orgánica del pacto hegemónico de izquierda a derecha del espectro ideológico. El lector sabrá hacer cuentas, es evidente que una figura disruptiva como la de Guillermo Moreno, que no casa con el estereotipo del político de “derecha” que le quieren endilgar, es todo un enigma para la progresía divorciada del pueblo.
Me interesaba más que otra cosa redondear aquello de que el amor es puro, es bueno, es deseable y que en este tiempo orwelliano en el que se odia en nombre de la tolerancia, se encierra en nombre de la libertad, se enferma en nombre de la salud y se asesina en nombre de la vida, amar es un acto revolucionario, aunque ello implique en todo momento ser tachado de odiador.
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