La siria que escapó de la guerra más brutal del SXXI y abrió junto a su novio el único local de comida árabe en La Pampa

“Vivir en Siria es como una cuarentena desde hace 9 años, pero en vez de tener un enemigo invisible, afuera de tu casa tenés bombas y metralletas”. El momento en que Hannen sin saberlo casi queda atrapada en el aeropuerto de Turquía porque se estaba desarrollando un golpe de Estado. La odisea de quienes escapan de manera ilegal. ¿Cómo era la vida antes en Siria? La historia de amor con Sadim. Los detalles del emprendimiento y su nueva vida.

En 2016, a cuatro años de haber comenzado la guerra en Siria, el aeropuerto estaba clausurado y Hannen Nasser, de 24 años, tuvo que vender su cámara fotográfica a 90 dólares para poder subirse a un taxi desde Latakia, su lugar de origen ubicado en la costa del mediterráneo sirio, hasta Beirut, capital del Líbano, desde donde tomaría un vuelo que tendría como destino final Santa Rosa, La Pampa, para escapar de la guerra más brutal del siglo XXI (guerra civil entre el ejército y una oposición compuesta por diversas ramas terroristas, en el que intervienen las potencias mundiales. Hasta la fecha se contabilizan alrededor de 385 mil muertos, cinco estadios de River).

30 años antes, Lina Hassan, una joven libanesa de 19 años, se enamoraba de Claudio Assad, un santarroseño que en 1986 viajó al Líbano para conocer a sus parientes árabes pero conoció a la mujer de su vida. Al poco tiempo se casaron y plantaron raíces en Santa Rosa. Pero en ese momento era el aeropuerto de Beirut el que estaba clausurado por un conflicto bélico (denominada “Operación Paz para Galilea”, el ejército de Israel invadió y bombardeó el Líbano; duró de 1982 hasta 1985. Del conflicto se recuerda la Matanza de Sabra y Shatila, en el que las milicias cristiano-falangistas libanesas en alianza con Israel ejecutaron 3.500 palestinos de dos campos de refugiados –ver-), y Lina tuvo que viajar al país de Hannen para volar a Argentina donde finalmente se radicaría en La Pampa. 

Tuvo que vender su cámara fotográfica a 90 dólares para poder subirse a un taxi desde Latakia hasta Beirut desde donde tomaría un vuelo que tendría como destino final Santa Rosa

A Hannen (29) y Lina (52), no sólo las une que son árabes y que en diferentes épocas una tuvo que trasladarse de Siria al Líbano y otra del Líbano a Siria para volar a La Pampa porque en sus respectivos países se desarrollaba un conflicto bélico, sino que sobre todo a Hannen y Lina las une Besim Assad (29), hijo del matrimonio de Lina y Claudio, y actual pareja de Hannen, con quien hoy lleva adelante Arabian, el único local de comida exclusivamente árabe en La Pampa.

Besim conoció a Hannen en su cena de bienvenida a tres días de su arribo en 2016. Siendo profesor de inglés, era el único que se podía comunicar con ella. Desde entonces, nunca dejaron de hablar.

¿Pero verdaderamente cómo llegó Hannen a Santa Rosa, y cómo conoció a Besim? En el primer semestre del 2016, después de muchas complicaciones, Hannen había conseguido la Visa Humanitaria y legalmente se podía ir de Siria. De Lakatia fue al Líbano, del Líbano voló hasta Turquía. En Estambul (la capital) alcanzó a salir de casualidad: pocas horas después –la noche del 16 de julio de 2016- hubo un intento de golpe de Estado que terminó con 265 muertos, y el gobierno cerró el aeropuerto; pero en el momento que eso sucedía, el avión de Hannen estaba en el cielo, volando. Hizo escala en Sao Pablo y aterrizó en Ezeiza, donde la esperaba Belén Nazer, su “prima” de Parera. En 2012 Belén se había puesto a buscar en Facebook si tenía familiares en Siria y se encontró con Hannen. El conflicto en el país árabe se estaba agravando y Belén le ofreció a Hannen ser su “llamante”, es decir, que se comprometía a dar alojamiento y manutención, programa bajo el cual funciona el Visado Humanitario.

A Hannen y Lina las une Besim Assad, hijo del matrimonio de Lina y Claudio, y actual pareja de Hannen, con quien hoy lleva adelante Arabian

Hannen tenía dos opciones: venirse a Argentina o irse de ilegal a Europa. Escapar es una odisea que te puede costar la vida. Primero te vas de ilegal a Turquía en una balsa. Y de ahí a Grecia, que es el lugar más complicado porque la policía te mata a golpes, no solo a los sirios sino a todos los inmigrantes. De ahí podes ir a Macedonia, pero Macedonia es el centro de las mafias, donde aparecen con autos y te secuestran o te estafan, te roban y te tenés que volver. Eso no quería yo. Mucha gente muere en el mar. Mi papá nos decía ‘nunca hagan eso, por favor’. Además necesitas como 2 mil dólares para escapar de esa manera. Hay gente que vendió hasta casas y tuvieron que volver porque no pudieron entrar”, le cuenta Hannen al cronista de Revista BIFE, en su departamento de la calle Libertad que comparte con Besim Assad, quien la escucha atentamente sentado en un sillón. 

La peligrosa odisea de los sirios que escapan por mar

A principios de 2016, la cifra de refugiados sirios llegó en torno a los cinco millones, lo que convierte esta huida en uno de los mayores éxodos de la historia reciente, puesto que le corresponde casi al 25 % de la población total de Siria. La guerra civil causó más desplazados que cualquier otro conflicto en el mundo. A una década del inicio de la guerra, las fuerzas gubernamentales se declaran vencedores frente a las milicias terroristas, pero hay un 25% del territorio que aún controla ISIS. Hasta la fecha, el recuento del Observatorio Sirio para los Derechos Humanos acumula ya 384.000 muertos, es decir, más de 5 estadios de River repletos de cadáveres, de ellos 116.000 civiles, y da cuenta de más de seis millones de desplazados internos por los combates.

En el momento que se estaba dando un golpe de Estado, el avión de Hannen estaba en el cielo, volando”

“En mi ciudad, Lakatia, se me complicó mucho porque es chiquita y se superpobló porque la gente escapaba de los bombardeos de sus ciudades. Todos mis amigos se fueron. Yo ya no volvería. Solo para visitar. No se puede vivir. Ni siquiera sacar fotos podía, porque se volvió una actividad peligrosa. Cuando empezó la guerra tenía 19 años, hoy una chica de 19 años no sabe qué hacer con su vida. Son vidas perdidas”. 

El 80% de los sirios, cuatro veces más que al inicio de la guerra, viven por debajo del umbral de pobreza y la mitad de la población depende de la ayuda humanitaria exterior. La economía y las infraestructuras están arrasadas, con un coste de reconstrucción estimado en más de 400.000 millones de dólares. La rampante inflación, derivada de la crisis financiera en el vecino Líbano, y el desabastecimiento provocado por las sanciones internacionales son hoy la pesadilla cotidiana de quienes aún viven en Siria. 

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Sirios en la frontera de Macedonia

A 11 años de la inmolación del verdulero tunecino Mohamed Bouazizi que fue la chispa que encendió las revueltas en el mundo árabe, denominada “Primavera Árabe”, cuando tres inspectores de la municipalidad le pidieron sobornos para que el verdulero pueda vender en la calle, y como este se negó le confiscaron sus productos generando una indignación tal en el joven de 26 años que inmediatamente compró un bidón de gasolina y se prendió fuego frente a la casa de gobierno, nadie pensó que a partir de ahí en Siria se iban a escribir los capítulos más oscuros de su historia. 

“En 2011 empezaron las marchas contra el gobierno. Y ahí empezaron los asesinatos que no sabías quién asesinaba a quién. Fue un año de terror. No sabías lo que estaba pasando. Cuando empezaron las revueltas en Túnez y luego en Egipto, nosotros decíamos ‘acá no pasa nada, acá no va a pasar’. Decíamos ‘cómo va a pasar en Siria. Eso ocurre en Egipto. Los egipcios son locos’. Y cada vez peor. Todos los años decíamos lo mismo, que en un mes se iba a terminar. Y cada vez peor. Como el coronavirus, que pensamos que va a terminar y todos los meses ocurre algo nuevo, inesperado”. 

Hannen, en 2016, con 24 años, en Ezeiza. Fue recibida por su “familia” pampeana y por todos los medios de comunicación.

Apenas Hannen llegó a La Pampa, después de su largo viaje, conoció a Besim, con quien convive hoy desde hace dos años. La Asociación Árabe había organizado una cena de bienvenida, a tres días de su arribo. Hannen, cansada, tímida y perpleja, sólo se podía comunicar con dos personas: con su compatriota Lina, en árabe y con su hijo, Besim, en inglés. Lina, libanesa, quería que su historia amorosa con el padre de Besim se repita en su hijo, de manera que creaba situaciones para que Besim y Hannen de repente se encontraran solos, con la intimidad necesaria para que se conozcan de verdad. Yo no la voy a presionar”, le decía Besim a su madre, yo la voy a conocer y si hay onda entre los dos que pase lo que tenga que pasar, explicaba Besim, sabiendo en el fondo que mantener distancia es una seductora estrategia de levante más sofisticada y eficaz. La música y las series fueron los dos temas que los jóvenes encontraron esa noche para cortejarse. A la semana, Besim viajaba a Parera, donde residía Hannen, y aunque nunca le pidió la mano, la relación se fue formalizando de manera natural.

Como el coronavirus, que pensamos que va a terminar y todos los meses ocurre algo nuevo, inesperado

Pero costó la adaptación. Recién ahora, con el emprendimiento de Arabian, el trabajo diario y un horizonte un poco más claro, Hannen se siente “bien”. “Me costó mucho. Ahora estoy mucho mejor. Pero recién ahora estoy bien. Aunque uno es fuerte, siempre hay nostalgia. La gente acá es muy amable también. Ahora recién estoy haciendo amistades. A mí me cuesta un poco, acostumbrada a tener a mis cinco amigos de siempre”, cuenta.

Arabian es un emprendimiento que funciona desde el 2018. Ahora están en pleno crecimiento porque ampliaron la clientela al difundir sus comidas a través de las redes sociales y del boca en boca. Funciona en el salón de la Asociación Árabe, y por el momento cocinan platos a pedido. Estamos re felices, la verdad”, dice Hannen. Además, la pareja piensa, a futuro, abrir un restorán en el que puedan recrear el universo árabe, su historia, pinturas, costumbres y música. Acaso apenas intentar recrear un poco la atmósfera en la que nació y se crió Hannen, en Lakatia.

-¿Cómo era tu pueblo antes de la guerra?

Te digo la verdad, no tengo mucha memoria de cómo era antes. Te juro. Es raro… es decir, era normal. Me acuerdo que la gente se iba de vacaciones a Europa. Mis tíos, por ejemplo, se fueron a España con sus mellizos. Ahora aunque tengas plata te dejan ir, por el hecho de que seas sirio, se complica. Hay un rechazo contra el sirio. Económicamente era re normal, o sea re bien. Podías de a poco construir tu casa. Ahora tenés cuatro trabajos allá y la gente se muere de hambre. Siria exporta muchas cosas, y ya nadie le compra nada. Hay un bloqueo económico. Ahora no sé cómo está, pero la salud y la educación son públicas. Las universidades públicas son mucho mejor que las privadas. Antes de la guerra estábamos arriba del todo en el rating de educación de medio oriente, por ejemplo. La vida era normal.

-¿Qué ocurre con Bashar al-Ásad, es un dictador?

No es un dictador. Es romántico decir que hay un dictador que mata a la gente. Ese es el pretexto para cometer las atrocidades que se cometen. Hasta la intervención militar cualquier civil te pedía el DNI y nadie sabía qué te podía pasar. Nunca tuvimos un dictador como dicen los medios.  

-¿Cómo viven ahora?

Antes no podía explicarlo bien, pero ahora sí. Imagínate el coronavirus desde el 2012. Imagínate una cuarentena desde hace 8 años, pero en vez de tener un enemigo invisible, afuera de tu casa tenés bombas y metralletas. Es como tres meses normal, y después vienen dos meses de intensidad. Y se vuelven a encerrar porque de repente hay milicias que están peleando. Porque cada uno arma su milicia, tienen sus armitas, dicen yo quiero comprar este pueblo y listo. Después remonta apenas la economía, y vuelve a caer. Es como coronavirus, que parece que estamos mejor, hay un poco de esperanza, y de repente hay una ola y se vuelve para atrás. 

-¿Qué entendés de la guerra de Siria?

Es muy complejo. Es una mezcla de terrorismo, conflicto entre musulmanes y cristianos. Guerra de Rusia y Estados Unidos. Depende la zona, porque más en el norte por ejemplo tenemos la guerra entre los kurdos y Turquía. Turquía quiere matar a todos los kurdos, que son sirios, y los kurdos resisten. En la zona de la costa, donde vivía yo, es el problema del gas, que tiene Rusia controlado pero lo quiere Estados Unidos. También está la guerra contra el gobierno. Es todo junto.

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