AUDIONOTA
Texto interpretado por Valeria Ruggero, locutora.
Sofía Hernández, de 35 años, casi muere en la salud privada en Santa Rosa. Le realizaron un aborto, el misoprostol funcionó tarde y le provocó una hemorragia interna. “Media Santa Rosa me tuvo que dar sangre”, dice en comunicación con BIFE. Estuvo dos días en terapia intensiva. Nunca informaron qué había pasado, sólo mandaron a su familia a despedirse. Se salvó de pura casualidad y, después, al descubrirse que había sido una mala praxis, “tampoco nadie se hizo cargo”.
La violencia obstétrica es un flagelo histórico que persiste en algunos sectores de la salud. Tiene que ver con el trato deshumanizado, la medicalización injustificada y la patologización de procesos que son naturales. La primera referencia del término apareció en el año 1827, en una publicación en inglés. En 2014 la ONU emitió una declaración con el fin de alertar sobre la problemática. Algunos incluyen la violencia obstétrica entre las violaciones de derechos humanos. Otros la clasifican como un tipo de violencia de género institucionalizada y simbólica, y ocurre tanto en la salud privada como en la pública.
No me dejaron elegir cómo parir
María Soledad Sosa, de 28 años, tuvo su tercer parto en la salud pública pampeana. “Si te gustó abrir las piernas, ahora bancatela”, fue lo primero que escuchó en el momento de mayor dolor. Su embarazo fue de riesgo. Cuando vino la enferma, sin más le introdujo la sonda. “Aguantátela, si venís de otro lugar, del privado, es tu problema”. Por la sonda aumentaron las contracciones y se adelantó la cesárea, momento en que también le ligaron las trompas. Luego le avisaron que se tenía que trasladar de hospital: la hicieron bajar a planta baja sola, caminando, doblemente operada, “con un dolor terrible”, con su beba en un brazo y su bolso en el otro, hasta la ambulancia que estaba afuera. “Sentí que era un animal”.
En la Cámara de Diputados, la legisladora del Frejupa Alicia Mayoral presentó un proyecto -próximo a ser sancionado- para que se cree un programa provincial que registre la violencia obstétrica en La Pampa. Hoy en día, uno de los principales aspectos negativos es que no hay estadísticas y no se sabe dónde realizar la denuncia. “Las mujeres tenemos que saber hasta dónde hay que aguantar, y qué situaciones son verdaderamente violentas, porque se ha naturalizado la violencia”, dijo Mayoral en comunicación con BIFE.
Al momento de parir, me decían que no moleste, que si me gusta tener tantos muchachitos, que me la aguante
A Romina Paladino, de 22 años, le practicaron una cesárea casi por obligación. Por cuestiones familiares y sentimentales, el proceso de su embarazo fue problemático, de modo que llegó al momento del parto con extrema sensibilidad. No tenía ningún problema de salud, y en ese momento se sentía bien. Había programado tener a su primer hijo de manera natural, pero un médico, en una clínica privada le advirtió: “Cesárea o Kristeller, vos elegís”. La maniobra de Kristeller consiste en ejercer presión sobre el abdomen de la mujer con el supuesto fin de favorecer la salida del feto por el canal del parto. Sin embargo, la falta de evidencia llevó a autoridades como la Organización Mundial de la Salud a recomendar que no se realice ya que conlleva riesgos para la salud de la madre y su hijo. Finalmente a Romina le hicieron una cesárea. “No me dejaron elegir cómo parir”, lamenta.
La OMS recomienda que las cesáreas oscilen entre el 15 y el 20 por ciento de los partos. Sin embargo a nivel nacional en el sistema público rondan el 45 por ciento y en el privado, el 67. ¿Cómo se explica esta disparidad? Para la documentalista Graciela Stuchlik, al frente de la organización Parir y Nacer, y realizadora de “Tiempo de parir”, que fomenta el parto respetado, “el problema reside en que el equipo profesional en vez de ponerse a disponibilidad de la persona que va a parir se rige por sus propios tiempos. Tiempo es dinero, sobre todo para el sistema privado. Muchas de las maniobras que suceden en el parto colocan a la mujer en una situación de vulnerabilidad muy alta, sin la información suficiente para tomar decisiones y hacer preguntas”.
“Si te gustó abrir las piernas, ahora bancátela”, fue lo primero que escuchó en el momento de mayor dolor
Yamila es madre soltera, tiene cuatro hijos, escasos recursos y problemas de peso. Asegura que por estás características en el hospital público padeció un desprecio superior al de otras personas gestantes. “Yo veía que a otras madres no las trataban así. Pero a mí durante el embarazo directamente me decían que era una obesa. Al momento de parir, me decían que no moleste, que si me gusta tener tantos muchachitos, que me la aguante. Y eran re bruscos para manipularme. Cuando nació mi cuarta hija no me dejaron verla. Fue muy feo, pero ya estoy acostumbrada, si sólo en el primer embarazo me trataron bien”, explica.
¿Qué opina la directora de Maternidad, Cintia Jacobi, respecto a la discriminación que sintió Yamila por tener varios hijos, pocos recursos y problemas de peso? En comunicación con BIFE, explicó: “Lo que se pudo haber planteado es desde el cuidado de la salud, es decir, no pudiste controlarte, tenés una obesidad que te puede generar diabetes. Puede haber sido una explicación desde el lado preventivo, pero no lo justifico porque si está mal dicho y mal explicado, es violencia. Siempre tiene que ser desde el respeto. No se puede permitir discriminar. No puedo decir que no haya pasado, sería lamentable”.
La hicieron bajar a planta baja sola, caminando, doblemente operada, “con un dolor terrible”, con su beba en un brazo y su bolso en el otro
En Argentina, desde 2004, existe la ley nacional (25-929) de parto humanizado, que defiende los derechos de las madres y bebés. Allí se detalla que “toda mujer tiene derecho a un parto natural, a estar acompañada por la persona que ella desee, a elegir la posición en la que quiere parir, ser protagonista activa y recibir información necesaria para decidir”. Jacobi aclaró que el proyecto de ley para registrar y visibilizar la violencia es, en realidad, “todo aquello que no se cumple en la ley de parto humanizado”. ¿Y qué piensa Jacobi del proyecto en sí? “Es muy importante, entre otras cosas, para que pueda implementarse en todas las áreas: en Salud pero también en áreas laborales, en cualquier lugar donde no se garanticen derechos. No hay que pensar la violencia obstétrica sólo desde la Salud”.
Marianela, de 35 años, atravesó el proceso de su embarazo casi de manera placentera, trabajó normalmente, asistió a yoga, no hubo contratiempos. Tenía el parto programado en una clínica privada de Santa Rosa, pero esa mañana le dijeron que le iban a hacer una “inducción”. Le realizaron la anacrónica maniobra Kristeller, y durante dos años tuvo dolores. “Cuando intentaban bajar al bebé yo gritaba, me sentía muy mal. Me decían que no tenía tolerancia al dolor. Después se descubrió que tenía una fractura en la rama pélvica. Estuve dos años con dolores intensos, que limitaron mi vida”, cuenta.
Cuando nació mi cuarta hija no me dejaron verla. Fue muy feo, pero ya estoy acostumbrada
El uso del término “violencia obstétrica” es criticado por algunos obstetras, porque argumentan que es contrario a su ethos y dicen que, en conjunto, las actuaciones que se critican presentan más beneficios que riesgos si se aplican tempranamente, y que retrasarlas puede hacer que resulten ineficaces si se evidencian necesarias. ¿Qué dice Jacobi sobre esto? “Con el proyecto para registrar la violencia obstétrica no se pretende que haya una caza de brujas. Hay que se muy cuidadosos, uno no va culpabilizando gente porque sí, porque es verdad que una atraviesa momentos muy emotivos al momento de dar a luz. Entonces tenemos que ser muy objetivos en esto, para determinar si hubo o no violencia. En Salud hay una capacitación, y hay que respetarla. Tenemos que remitirnos a eso”.
Cintia Jacobi cuenta que a nivel nacional hay un registro de violencia obstétrica, y que entre las prácticas más frecuentes están la de “no permitir entrar al acompañante, los malos tratos -que es muy amplio-, como poner diminutivos peyorativos, entre otros, y el no poder elegir la forma de parir”.
Puede haber sido una explicación desde el lado preventivo, pero no lo justifico porque si está mal dicho y mal explicado, es violencia
Silvio Arias acompañó a su pareja durante todo el primer embarazo. Cuenta su experiencia en BIFE: “Cuando apareció el proyecto de violencia obstétrica y lo leí, entendí que también lo había sufrido. Cuando llegó el momento del parto, no me dejaron ingresar. Ese momento que es tan especial y que vos querés acompañar a tu pareja, te lo prohiben. En realidad es un derecho que debe ser respetado. Al contar esto con otros amigos, descubrí que a muchos les había pasado lo mismo”.
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