Nunca digas nunca

Esa mañana nublada Gloria manejaba su bicicleta, esquivando los semáforos, sabiendo que la esperaba una intensa clase de Ciencias Sociales con el profesor Peláez. Eso la ayudaba a pedalear más rápido, no quería sentarse muy atrás, pues era corta de vista y le interesaba mucho cada detalle que éste mostraba.

Al llegar, amarró la bicicleta en el viejo patio del Instituto, y se introdujo sigilosamente entre las mesas, buscando un lugar. La clase ya había comenzado y era tarde.  Un compañero estaba leyendo una parte del texto resaltado con fibrón fluorescente.

“…Conformada por las provincias de Buenos Aires, Entre Ríos, Santa Fe, Córdoba, La Pampa y San Luis. Es una extensa llanura, con ondulaciones, de antiguos médanos, una de las más fértiles del mundo. Limita al Norte con…”.

—¿Por qué página va? —le susurró a otro compañero…

—Cuarenta y siete —respondió, sacando de la mesa su mochila, para que Gloria se sentara a su lado.

… “Por lo general, la región posee un clima benigno y templado…”.

Gloria corrió la silla para sentarse, provocando un chillido tan incómodo que el compañero detuvo su lectura. El profesor la miró por arriba de sus anteojos, dejando por un instante de completar la pizarra…

—Benigno… Qué forma más rara de clasificar a un clima —susurró Gloria, acomodando los apuntes para seguir la lectura.

Su compañero sonrió, y comenzó a preparar el mate. La cursada prometía unas cuantas horas sin recreo.

El profesor continuó explicando términos que se relacionaban con la economía de la región, leyendo: “…Es la región más importante del territorio argentino, desde el punto de vista económico. Ya que, por sus características de clima y suelo la transforman en una zona agrícola y ganadera por excelencia. Al ser una llanura sin árboles, en ella crecen especialmente cereales y oleaginosas.”

—¡Sin árboles! —reaccionó Gloria— ¡Qué embole!

—“En La Pampa está el Ombú”, agregó su compañero, mientras el docente, concentrado, seguía su clase.

La ubicación era perfecta para tomar mate sin convidar. Empezaron así, a desconcentrarse. Gloria entornaba los ojos intentando localizar los puntos de la región en el mapa. Franco abrió una bolsa con bizcochitos.

—Sin árboles, en el medio del país, plano. La nada misma… Ni mar, ni montaña, puro campo… Embole, gran embole… ¡Embole cósmico!

Gloria, disimuladamente, fingía tomar nota, mientras desmenuzaba un bizcocho… – Vacas, caballos, alambrados, y así reiteradamente. ¡Listo! Ya describí el lugar…

—¿Sólo eso? En el campo hay muchas cosas para hacer —le dijo su compañero— Además, a medida que nos alejamos del centro, las condiciones van cambiando; más abajo, más árido y frío…

—¡Con más razón! Ordeñar vacas, vacas flacas, o buscarlas en el campo, si es que tienen pasto —Gloria apoyó su cabeza y su espalda contra la pared.

El profesor comenzó a distribuir fichas para la explicación del trabajo práctico… Regiones y provincias. Cuando dejó la tarjeta en la mesa, estaba dada vuelta. Gloria con desgano la miró, y volvió a ponerla como estaba.

—¡Listo! Nos tocó La Pampa. Siempre se puede estar peor. Nunca, nunca voy a vivir en esa provincia —dijo, y comenzó a buscar información en el texto fotocopiado.

—Amplíen la información para la clase que viene —agregó el profesor.

Gloria salió. Debía comprar más apuntes antes de volver a su casa. En la esquina de la diagonal, entró a un locutorio para realizar una llamada, conociendo a quien sería, su pareja por muchos años.

—Buenos días… Necesito una cabina.

—Pasá por la primera… ¿No me digas que estudiás sobre La Pampa?  —dijo el empleado, mirando la fotocopia que escapaba del folio- Yo soy de allá.

Casi se le escapa su gris idea sobre aquella zona, pero observó que el joven, transmitía ilusión en su mirada. Prefirió sonreír y tomar el tubo, dejando la puerta entreabierta para continuar la charla luego. Se hicieron amigos.

Pasaron veinte años de aquel tiempo de estudios y aprendizajes… Un día, Gloria quiso reencontrarse con aquel compañero, al menos, para escribirle un mensaje a través de las redes sociales. Lo reconoció enseguida al buscarlo por su nombre y apellido tan original: Franco Seisdedos. En la foto de perfil, vestía su delantal blanco y estaba tomando mates con colegas.

Querido Franco:

Decidí escribirte este mensaje, después de tantos años, para contarte lo que vivo en estas tierras lejanas que una vez juzgué, sin saber… Ya no comparto mis días con la persona que vos conociste, muchas cosas han cambiado en este tiempo transcurrido, pero sobre todo mi forma de ser… Y se lo debo a cada amanecer, que disfruto entre cantos de pajaritos que escucho junto a mi ventana. ¡Acá sí hay árboles, y no sabés qué frondosos!

En casa tenemos dos molles, al principio pensamos que eran arbustos, y queríamos sacarlos. Luego aceptamos el lugar que ellos eligieron para nacer, y cada año los podamos… Tomaron una forma hermosa. Parecen enormes paraguas.

Seguro estás dando clases, como pude observar en tu foto. Yo también llevo delantal la mayor parte del día, y mi cartera pasó a ser un bolso lleno de útiles escolares y tareas para corregir… Pero cuando vuelvo a casa, es inevitable admirar el cielo, y a medida que me alejo de la ciudad, se puede ver el horizonte cuando cae el sol… ¡Sí!

Tardé un tiempo en descubrirlo, pero el atardecer pampeano es el momento más bello que he vivido. Y nosotros que pensábamos cuál sería la actividad o pasatiempo ideal en esta provincia… Los fines de semana, se pasan muy rápido, debo reconocerlo, eso no me agrada.

Si alguna vez llegaras a visitarme, prometo decirle a Diego que prepare temprano el asado y acortemos la sobremesa para pasear. Dejando, por un día, la tan preciada siesta.

La ruta 35 hacia el sur es mi preferida; en sólo 30 km podemos recorrer las innumerables bajadas y subidas, visualizando el paisaje desde distintas alturas. Los caldenes se pelean por presentarse, elegantes antes nuestros ojos. A medida que nos alejamos, se lucen cada vez más, en el monte, rodeados de contrastantes pastos amarillos.

Si todavía tenés ganas de recorrer, te puedo llevar al Parque Luro, una Reserva Provincial. Allí hay senderos y guías, también una enorme casona con historia, colores y hasta fantasmas. Varias veces he caminado el interior de esa casona, y lo haría otra vez con vos. Cada ingreso, compruebo su misteriosa hermosura, y el parque que la enmarca: mágico… Como si la vegetación pudiera contarnos los secretos de sus ranqueles, sus cacerías y sus amores.

A esta casona la construyó Pedro Luro, a principios del siglo XX; tiene seiscientos metros cuadrados, y hasta loza radiante… ¡Sí, loza radiante!

Mi preferida es la caminata hasta la laguna, que, por cierto, muchas veces está seca. Pero no te aflijas… Eso la hace más interesante, se pueden ver, entre la sal resquebrajada, huellas de jabalíes, ciervos y pumas.

Así es amigo… Retracto lo dicho, de nunca vivir aquí. Ojalá puedas conocer este hermoso lugar, Santa Rosa. Ciudad tranquila, aunque bien constituida, con sus plazas y parques, con sus calles poceadas que piden recambio del viejo asfalto.

Acá no hay adoquines, pero se puede estacionar; no hay que sufrir los arrebatos callejeros (ustedes les dicen motochorros).

También padecemos las motos en la Laguna Don Tomás. Esas que pasan haciendo ruidos, cuando uno sale a caminar, recorriendo los 6 km que la rodean, o a charlar con algún amigo como vos.

Acá también podemos tirar la loneta y tomar mate. Eso sí; revisá bien el suelo, porque suele haber rosetas. Y ni se te ocurra andar descalzo, menos que menos bajo un caldén: suele haber varias espinas escondidas, esas que me recuerdan, que en La Pampa no hay ombúes… Caldenes, no te olvides, seguramente has preparado la clase sobre la región pampeana.

La Pampa, la que no tiene mares ni montañas, pero sí médanos, sierras, cuevas con mensajes sagrados y ríos por los que luchar… En el centro del país, amigo. Acá estoy, en el corazón de la Argentina.

Del libro D-espejando. Cuentos en reflejo, Buenos Aires: Editorial Puntoaparte, 2021.