Juan Grabois difundió un extenso comunicado en defensa de la diputada bonaerense Lucía Klug, militante de Patria Grande, luego de la polémica por su proyecto para crear un “impuesto” al gas metano emitido por las vacas.
En su texto, Grabois apuntó con fuerza a los productores ganaderos.
“En el país de las vacas, los pibes no toman leche, no se puede comer un asado, tenemos el nivel más bajo de consumo de carne en 110 años mientras la oligarquía vende todo afuera, pero la contaminación queda acá”, afirmó. También acusó al sector de “quemar humedales, fumigar escuelas, desmontar el bosque, desertificar la tierra y no controlar las emisiones de gas metano”.
Grabois reforzó su mensaje al señalar que “gobierna una oligarquía colonial” y que el concepto “explica perfectamente al momento histórico del país”. Según él, Klug planteó “con bases científicas y un admirable respeto por la contraparte un problema que preocupa en todo el mundo civilizado”, pero que la reacción del sector respondió a intereses económicos que “depende de que nadie los controle”.
Incluso cargó contra periodistas que ironizaron sobre el tema: “Hacen chistecitos de jardín de infantes con pedos y eructos porque su cerebro de mosquito no les permite tomarse cinco minutos para estudiar qué es el gas metano”.
Sin embargo, el tono anti-oligárquico chocó rápidamente con un dato conocido: Grabois mantiene vínculos públicos y cordiales con Gustavo Grobocopatel, uno de los empresarios sojeros más influyentes del país y figura central del agronegocio que critica.
El contraste reavivó cuestionamientos sobre la coherencia del discurso y la selectividad de sus ataques.
