Javier Milei decidió darle un giro inesperado al fin de semana: apareció este domingo en el streaming “El troncal de las mascotas” con una misión insólita pero muy suya: demostrar que Conan existe. Sí, Conan. El perro original. El que murió. El que fue clonado.
El que es padre de cuatro mastines con nombres de economistas austríacos. Ese.
“¿Viste que es de verdad?”, lanzó el presidente mientras acariciaba a un enorme mastín inglés, como quien intenta zanjar años de sospechas solo con una toma de cámara. A su lado, Karina Milei —El Jefe, Thor en mano— asentía como si todo esto no fuera el argumento de una miniserie de ciencia ficción que se nos fue de las manos.
Con mameluco de YPF —el uniforme oficial para estar con sus “hijitos de cuatro patas”—, el presidente habló de política, anunció una donación a refugios de animales y repitió su eslogan: “Estamos teniendo el mejor gobierno de la historia”. Pero el foco estaba en otra parte. En el perro. En ese perro.
Desde hace años circulan dudas sobre la verdadera existencia de Conan. Tras su muerte, Milei inició un costoso proceso de clonación en Estados Unidos —unos 50 mil dólares mediante— y de ahí habrían nacido cinco perros. Sin embargo, solo se conocían cuatro: Milton, Murray, Robert y Lucas. El quinto, el original, el místico, el alma multiplicada por la ciencia, nunca había aparecido. ¿Hasta ahora?
¿Es ese perro Conan? ¿Es uno más de la camada austríaca que ahora se hace pasar por el fundador espiritual de la manada libertaria? ¿Es parte del relato o simplemente un can con buena prensa?
Lo cierto es que Conan —el clon, la reencarnación, la criatura de laboratorio, el elegido— apareció. O eso dice el presidente. Porque en esta Argentina que intenta “volver a ser grande”, parece que el primer paso es convencer al país de que un perro resucitado es real.