Un informe reciente de la UBA y el Conicet volvió a poner cifras a una desigualdad estructural que se repite año tras año: el precio del boleto del transporte público en el interior frente al Área Metropolitana de Buenos Aires (AMBA).
En Santa Rosa, viajar en colectivo cuesta $980. La cifra no solo duplica el valor del pasaje mínimo en la Capital Federal, que ronda los $371, sino que la coloca en el centro del ranking nacional, junto a Viedma, pero muy lejos del escenario que viven los usuarios del AMBA.
A nivel país, el boleto más caro lo tiene Bariloche, con $1.613. Le siguen Santa Fe ($1.440), Mar del Plata ($1.360) y Resistencia ($1.300), en una lista dominada por ciudades del interior, donde los recorridos son más largos, hay menos pasajeros por unidad y el reparto de subsidios es desigual.
Mientras el sistema de transporte del AMBA recibe $235.272 millones al mes en subsidios, su costo real asciende a $315.642 millones. Esa diferencia, de más de $80.000 millones, se traduce —según las empresas— en servicios deteriorados, menos frecuencias y unidades sin renovar. Aun así, el boleto sigue siendo el más barato del país.
Según la Asociación Argentina de Empresarios del Transporte Automotor (Aaeta), si se eliminaran los subsidios nacionales, el boleto en Buenos Aires debería costar $1.596. Sin embargo, esa corrección no parece inminente, y provincias como La Pampa deben seguir sosteniendo el servicio con fondos propios.
En este contexto, el valor del pasaje en Santa Rosa no solo refleja el costo de moverse: expone una de las grietas más profundas entre el centro y las periferias. Mientras Buenos Aires mantiene tarifas artificialmente bajas, el resto del país paga la diferencia.
