Una conmovedora carta escrita por una joven de 14 años revela la profunda admiración por su abuela Marta, una mujer que transformó una vida de adversidades en un ejemplo de fortaleza, solidaridad y amor. La historia de Marta, marcada por el esfuerzo y la superación, se ha convertido en una guía para su nieta, quien plasmó en una carta su inspiración en palabras llenas de emociones y reflexiones.
“Cuando uno es chico no ve las cosas como un adulto, sino con otros colores. Qué ingeniosos fueron mis padres al hacer nuestra casa de chapa y paja. Qué profunda nuestra heladera, representada por un aljibe. Qué curiosa nuestra voluntad, levantarnos temprano para ayudar a papá con la hachada”, escribió la joven, poniéndose en la piel de Marta cuando era niña.
Infancia entre desafíos y sacrificios
En la década del 60, los padres de Marta llegaron con sus tres hijos a Doblas, huyendo del devastador terremoto que sacudió Chile. Las dificultades económicas obligaron a los niños a asumir responsabilidades de adultos a muy corta edad. Marta recuerda esos tiempos con detalles crudos:
“No sabíamos qué era comer chicle; sacábamos parte de la brea y la masticábamos. Antes era más sana, ahora sé que tiene muchos químicos y gusto a petróleo”, comenta Marta en comunicación con Revista Bife.
Mientras su padre trabajaba como hachero y su madre se ocupaba de la casa, Marta también colaboraba en el sustento familiar. Aprendió a ordeñar, hacer pan, queso y manteca, y desde los 11 años comenzó a trabajar como empleada doméstica cama adentro. Sin embargo, estas experiencias estuvieron marcadas por el maltrato y la humillación. “Yo no tuve juventud. Mis patrones siempre fueron malos. Me daban de comer lo que sobraba del día anterior, como a un perro”, rememora sin rencor, pero con evidente pesar.
Una vocación que abrió caminos
A pesar de las adversidades, Marta encontró en la costura una herramienta para forjar su propio destino. “Aprendí mirando a mi mamá. Trabajé mucho tiempo en Calzar, hasta que cerraron, pero siempre seguí cosiendo”, relata. Este oficio la acompañó a lo largo de su vida y le permitió mantener a sus hijos, quienes lograron completar el secundario.
Durante la pandemia, Marta no se detuvo. En lugar de aceptar ayuda sin más, decidió colaborar confeccionando barbijos para quienes más lo necesitaban. Luis Martínez, fundador de la ONG Abrazo de Oso, que conoció a Marta en ese contexto, la define como una persona extraordinaria: “Tiene un alma caritativa. Recibe, pero devuelve el doble.”
Un impacto que trasciende generaciones
La nieta de Marta, en su carta, destaca la fortaleza y los valores que su abuela le transmitió: “Nunca se lo dije, pero cuando crezca quiero tener su fortaleza. Ella es un lugar seguro.” Estas palabras reflejan no solo admiración, sino también el deseo de honrar el legado de Marta en su propia vida.
Además de enfrentar problemas pulmonares y superar un cáncer, Marta sigue soñando con herramientas que faciliten su trabajo, como una amasadora. Sin embargo, prefiere no depender exclusivamente de ayudas externas.
“Quisiera que nada de lo malo lo haya vivido. Yo, si pudiera, le regalaría miles de jardines de margaritas, esas flores serían regadas con amor, como yo, que cuando lo necesito, ella me riega con su cariño”, escribe la joven en una de las frases más emotivas de la carta.
Y concluye diciendo: “Ella es la maravilla que baila y canta, la podría admirar mil años. Se me vinieron varios recuerdos, dos o tres fijados, una que otra lagrima recorrieron mi mejilla, mientras escribía esto”.
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