“Mamá soy gorda, por eso me meto los dedos”: otro caso de bullying en colegio de Santa Rosa deriva en grave trastorno alimenticio

La niña de 12 años está siendo atendida por equipo de psicólogo, psiquiatra, nutricionista y médico clínico. Sufrió toda primaria y a mediados del año pasado comenzó con episodios de bulimia. Denuncian “ninguneo” de autoridades educativas.

Las situaciones de acoso entre pre-adolescentes y adolescentes en diferentes escuelas de Santa Rosa y Toay están adquiriendo mayor visibilidad en las últimas semanas. A los casos del colegio San Martín de la capital y de otra institución educativa de Toay (publicados en este medio), en los que se agredió física y verbalmente a un niño y una niña por cuestiones de peso, se sumó otro en el Arturo Illia, también por ataques gordofóbicos, que devino en un grave caso de bulimia nerviosa en una nena de 12 años.

Atracones incontrolables, ausencia de apetito, descompostura, vómitos autogenerados y depresión son algunas de las consecuencias que dejaron en esta chica los acosos prolongados vinculados a su peso, durante gran parte de la primaria y el comienza de la secundaria.

Atracones incontrolables, ausencia de apetito, descompostura, vómitos autogenerados y depresión

El trastorno alimenticio no fue la única secuela del bullying sino que también se agravó su sistema respiratorio. La menor tiene asma congénita y, por los nervios que se originaban en la escuela, en los últimos tiempos se multiplicaron los episodios en las que el pecho se le cerraba y tenían que recurrir a un médico para normalizar la respiración.

De hecho, la familia descubrió que padecía bullying en uno de los viajes que realizaban al Hospital Italiano de Buenos Aires para controlar sus pulmones. Al no encontrar ningún indicio físico que explicara la frecuencia con la que se complicaba su respiración, el médico lo relacionó al sistema nervioso y sugirió que la niña concurra a un psicólogo. Al regresar, el profesional de la salud mental informó a la familia que el origen de sus problemas alimenticios y respiratorios se debía al acoso escolar.

“Antes de saber que padecía bullying, la encontré dos veces metiéndose los dedos para vomitar. Me dijo: ‘mamá yo soy gorda, por eso me meto los dedos’”, contó a Revista Bife Alejandra Falcón, la madre de la niña. “Ella siempre tenía miedo y no quería ir a la escuela. Siempre le dolía la panza”, dijo.

El trastorno alimenticio no fue la única secuela del bullying sino que también se agravó su sistema respiratorio

“Lo sufrió todo el primario en la 143. Le decían que era gorda y petisa. A mediados del año pasado empezó a meterse los dedos, y hasta el día de hoy lo padece. Todo el día está descompuesta, después come, vomita o directamente no quiere comer. Por eso empezó a tomar medicamentos. También se muerde los brazos”, lamentó la madre y contó que, si bien está más controlada por el apoyo familiar, “no hubo una mejora significativa desde el año pasado a este”.  

“Ahora está con que no quiere comer. Encima le agarró bronco espasmos. Presenté el trastorno de mi hija en el centro El Colibrí (de atención integral a individuos con trastornos de la conducta alimentaria) y le pusieron psicólogo, psiquiatra, nutricionista y un médico clínico”, agregó.

Según el testimonio de la progenitora, dio aviso a las autoridades de la institución educativa por el padecimiento de su hija pero minimizaron el hecho, y juntaron a la víctima, los padres y las agresoras en un mismo espacio.

A mediados del año pasado empezó a meterse los dedos, y hasta el día de hoy lo padece.

“Fui a la escuela y conté lo del trastorno alimenticio pero lo que hicieron fue llamar a todos, a las que la hostigaban, sus padres y nosotros, en una misma sala. Y mi nena no decía nada obviamente, solo lloraba, porque estaba delante de todos”, explicó Falcón.

La pesadilla de la niña no terminó en la primaria sino que se extendió a la secundaria. Por haber comenzado una semana tarde las clases en marzo de este año, recibió hostigamiento desde el primer día. “Le empezaron a decir ‘milipili’ y le rallaron por completo la campera nueva”,  indicó.

Por estas razones, Falcón logró sacar a su hija del colegio Arturo Illia y consiguió banco en el Peralbo, sobre la avenida Luro, donde por el momento no ha recibido acoso. “Es como si todos ningunearan el tema del bullying, nadie le da la importancia que le merece y la verdad que es algo muy grave, mi hija tiene consecuencias físicas y psicológicas que se hubieran prevenido o por lo menos aminorado si hubieran tomado cartas en el asunto desde el principio”, finalizó en comunicación con este medio.

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