a Eraldo Casadey
No lo podía creer. Santos Arriaga era un guardiacárcel de esos que ya no quedan. Escuchaba a los internos, les ponía el hombro, y cuando los retaba o les daba órdenes, le obedecían. Las cárceles de Colombia para los delitos graves son un cosmos dentro del cosmos que es la sociedad colombiana. Ninguno de los presos se alteró más, y aguardaba sin chistar para conseguir que le dieran lo que pedían: visitas higiénicas, algún bollo más de pan, juegos de mesa destartalados, con las instrucciones en el dorso, grises de mugre.
Como le llamó la atención, Santos Arriaga hizo un experimento: le fue consultando a cada interno, en episodios calculados, si percibía lo mismo. Se lo había dicho uno de los más viejos, apodado ruta de cicatriz, debido a que estaba cosido a puñal limpio de los pies a la frente. “Se nos pasa muy rápido”, le dijo. “Jugamos a cualquiera de esos juegos y cuando queremos acordarnos, ya hay que devolverlos porque apagan las luces”, había agregado. El guardiacárcel no iba a discutir con los internos esto del tiempo, si es que en verdad pasaba más rápido que años atrás, pero un poco él mismo lo sentía.
No conforme del todo, fue a ver a su amigo ingeniero, que trabajaba en la Universidad. Esperó que terminara su clase y le arrimó una silla: “¿están todos locos o es cierto que el tiempo pasa más rápido?”, fue la única pregunta que hizo en la tarde que compartió con su amigo. Sólo él sabe lo que le contestó.
La palabra aburrimiento se desterró de esa cárcel. A los internos no les alcanzaba nunca el tiempo para las visitas higiénicas (que es entendible), para el almuerzo, para el trabajo, para el ocio. Diez años de condena se escapaban como agua entre los dedos, le supo decir ruta de cicatriz.
Ha sorprendido a los superiores el pedido de Santos Arriaga, de aumentar sus horas de trabajo por un mismo salario. El trabajo de guardiacárcel es duro, aunque últimamente -dicen los que lo conocen fuera de la cárcel-, está contento por los internos, y mucho más, cuando empieza la semana y tiene que ir a trabajar.
Extraído del libro Galería de auxilios, (no) editorial, 2019.
A LOS BIFES
-
El misterioso sabor del alfajor pampeano de Nora Ponzo y la mágica experiencia de combinarlo con café
-
Against: “La crítica social siempre estuvo en el metal argento, y nosotros siempre vamos a reivindicar eso”
-
El colectivo que no frena: entre baches y resignación, un viaje al silencioso colapso del transporte urbano de Santa Rosa