Estamos en territorio Guenchual, Antonio “Indio” Guenchual, acá persiste el espíritu del histórico militante y puntero peronista de Toay, eternizado en los libros de historia por haber participado de la rebelión del 9 de junio de 1956. Cuentan que era picante y también solidario el Indio, dicen que con rosca conseguía y daba, casi despojado de bienes dejó de herencia este terreno con su humilde casa a su hija, pero le dejó sobre todo un carácter curtido. Era guapo el Indio.
Acá, sobre estos pastos, el Indio fue criado por su padre y más adelante se chupó sus mates amargos y crió a su hija Graciela y vio crecer a su nieta Melanie, ambas mujeres -madre e hija- hoy con una delicada situación emocional tras los últimos seis meses de hostigamiento y la precipitada muerte de Antonella Villalba, amiga y compañera de Melanie quienes juntas ocuparon dos precarias y abandonadas casas en el helado junio de este año.
Si viviera el Indio, ¿qué hubiera hecho de ver a su hija atrapada por la angustia, sostenida hoy por el psiquiatra? ¿Qué hubiera hecho de ver a su nieta humillada y aterrorizada por su futuro inmediato, el de su bebé y el que está por venir? ¿Que hubiera hecho de ver a su bisnieta con los pulmones tempranamente dañados por haber sufrido dos internaciones por neumonía durante el frío invierno en que le negaban el gas?
¿Acaso el Indio hubiera tocado la puerta para solicitar una amable audiencia con el jefe comunal y ver qué se puede hacer?
¿O hubiera recurrido directamente a la fría y milimétrica precisión del proyectil?
Cuentan que el Indio no andaba con vueltas, era áspero e iba calzado pero falleció el 3 de abril del 2010 aunque aún persiste su espíritu en esta herencia, en cuyo fondo, al costado a la derecha, se levanta una fina capa de tapial que separa la propiedad Guenchual con el patio dónde Antonella vivió martirizada hasta el domingo pasado.
-Por acá, en invierno, pasábamos las garrafas, con el riesgo de que se caiga el tapial, porque en la puerta de las chicas había un patrullero que impedía que metiéramos cosas a la casa- dice Graciela, madre de Melanie.
En ese árbol, que se puede ver desde acá, la joven madre de 26 años se colgó. Debajo de esa ventana, Antonella estuvo acostada boca arriba, extrañamente a 3 metros de dicho árbol, dando sus últimos y ahogados respiros mientras giraba su cabeza y observaba por última vez a Melanie gritar del otro lado del tapial. Con esa sábana, que aún hoy sigue displicentemente colgada del tender, moviéndose por el viento, fue tapado el cuerpo golpeado y sin vida de Antonella.
-Ese tender siempre estaba lleno, Anto vivía lavando ropa.
Parada arriba de un tronco Graciela suspira y coloca su mirada en una pequeña pelota y en una pala de plástico. Son algunos de los juguetes de los hijos de Antonella que quedaron tirados en el patio, inocentes e inconclusos, desde que se llevaron el cuerpo y soldaron la puerta y las ventanas. Los hermanos, de 3 y 6 años, fueron separados y entregados: el más chico fue enviado a Buenos Aires y el más grande a Santa Rosa con su padre, pareja de Antonella hasta el último minuto.
Actualmente los fiscales Andrés Torino y Walter Martos lo están investigando por “instigación al suicidio”. Si bien rápidamente descartaron el femicidio y a las pocas horas de la muerte de Antonella su pareja fue dejado en libertad, pese a que estuvo presente hasta el último segundo de vida y a que se tenía conocimiento de la violencia de género que se ejercía en esa vivienda, tienen pruebas para suponer que la joven fue empujada a la trágica decisión.
Sin embargo, hasta el momento no hay ninguna precisión oficial. Salvo por un escueto comunicado de la Justicia que remarca que “materialmente no hay intervención de un tercero” y que investigan la “instigación”, reina el silencio alrededor de este tema. Se desconoce cómo fue la secuencia de los hechos y no se saben los resultados de la autopsia.
Quienes asistieron al velorio aseguran que la joven tenía marcas en su rostro. Los golpes eran constantes, la violencia física como psicológica eran permanentes y se había intensificado -según cuentan a Bife- durante el último tiempo, momento en que Antonella prácticamente estaba aislada, no tenía permitido juntarse ni siquiera con su compañera Melanie.
Según aseguran a este medio, Antonella le compraba frutas y verduras a su pareja, padre de uno de los niños, y salía a vender a la calle. En el último tramo de su vida, habría estado extorsionada con dejar de obtener esos productos, complicando más su situación económica y aumentando la probabilidad de perder la tenencia de sus dos nenes (como ocurrió con su hija mayor). Según contó ella en vida y ahora cuenta Melanie a este medio, era permanentemente amenazada por asistentes de Acción Social con la posibilidad de perder a todos sus hijos, razón principal de su sufrimiento que la hacía hundir en una depresión de la que no pudo -o, mejor dicho, no la dejaron- escapar.
-Lograron las dos cosas que querían: deshabitar la casa y sacarle los hijos a Antonella. Ya le habían quitado una hija que hacía tres años no veía y las asistentes de Acción Social vivían amenazándola que le iban a sacar los otros dos. Bueno, ahora sus tres nenes no tienen madre, están separados y la casa ya está soldada y “clausurada” para que nadie más entre.
Graciela también se refiere a la velocidad estremecedora con la que concluyeron o “esclarecieron” el caso.
-Es una joda. No se sabe qué pasó en esa casa y a los dos minutos esclarecieron el hecho. Hay testimonios que corroboran que en ese momento la ex pareja de Antonella salió dos veces de la casa y fue a comprar alcohol, luego se lo vio encima de Antonella, que estaba a metros del árbol, lleno de sangre, y recién llamó a lo último a la policía. Por lo menos hubo abandono de personas- opina Graciela.
Graciela Guenchual tiene 50 años y cuida niños y limpia casas. Sufrió la pérdida de su primera hija en un accidente y tiene cuatro mujeres y un varón. Es abuela de seis nietos y uno más que viene en camino. Vive en su pequeña casa, en el terreno que heredó de su padre, junto a dos de sus hijas y tres nietos. No hay más lugar, por eso su otra hija Melanie tuvo que ocupar la vivienda del municipio en junio.
-Las chicas nunca pidieron nada, nunca quisieron nada. Solo un techo para no dormir en la calle y que le conecten los servicios. No querían que les paguen los servicios, solo que se los conecten- aclara Graciela sentada en el centro del terreno junto a parte de su familia. Una de sus hijas sirve un tereré.
-Cuando las chicas se manifestaron fueron dos personas a la marcha: ellas solas. Nos dió la espalda la sociedad entera.
-Ahora nos llamaron para hacer una manifestación o algo por el tema de violencia de género, pero me pareció de muy mal gusto porque cuando Anto estaba viva nadie hizo nada- dice Graciela y deja colgada en el aire espeso de este diciembre nefasto la pregunta que nadie quiere hacerse:
¿Por qué Antonella quedó tan sola?