“Acá de hacer plata estamos todos re lejos, en esto tratamos de salir hechos”, dice Oscar Alcaráz (34), manager, productor y soldado del metal, segundos antes de bajarle la espuma de un generoso sorbo a un vaso de Brahma helada en la tarde del último jueves del 2021. Oscar, o Albo -como lo llamamos los que allá por el 2001 compartíamos con él cassettes grabados de Korn y Papa Roach-, deja en claro que producir shows metaleros es exclusivamente por amor a la música y a toda una movida. Una movida a la que pertenece e impulsa activamente desde hace siete años, y que en algún momento estuvo a punto de dejar luego de algunos pasos equívocos que lo llevaron a replantearse todo. Esa temporada de humo negro parece haberse disipado y esta nueva normalidad lo encuentra erguido haciéndose cargo del management de tres bandas santarroseñas, a las que aparta de la sobrevalorada etiqueta under. “Son bandas que no quieren quedarse en el garage tocando para sus amigos. Kyrios, Combativos y Somnia son bandas con ambiciones. Me gusta llamarlas bandas emergentes”, dispara sin dar muchas vueltas en esta charla con BIFE.
“Hace un tiempo éramos muy pocos lo que íbamos a ver recitales. Hubo como un bajón importante dos o tres años atrás, y después del encierro la onda cambió un poco. La gente se dio cuenta que hay que salir a bancar, porque de otra manera nos quedamos sin nada”, sostiene Oscar cuando se lo apura para que de su mirada sobre la actualidad de la escena, una escena que si bien porta los achaques de las palizas generadas por la pandemia y las repetidas crisis económicas, no deja de mostrar signos vitales. Oscar Habla de “bancar”, algo de lo que sabe, y mucho. Bancó rachas malas, bancó rachas no tan malas, y también bancó hacerse del grueso de las responsabilidades como co-equiper en sus primeras experiencias produciendo shows. Hoy, curtido hasta los huevos, puede decir “me da lo mismo negociar con una banda local que con una banda de afuera de la provincia”.
A fines de 2014, tiempos en los que Oscar frecuentaba un local de comidas de Mauri Díaz, surgió el interés de dejar de pertenecer a la movida de manera pasiva para pasar a hacerlo de forma activa. Con Díaz, en ese momento, tenían inquietudes similares y una de esas tardes noches, generaron chispa. “Nos juntábamos a tomar birras, a charlar, a joder y un día dijimos ‘che hay que hacer algo acá, un festival algo’. Se hacían cosas pero nosotros queríamos hacerlo de otra manera, laburar en una puesta de escena, convocar no sólo a músicos. Algo más”. Así gestaron Rock&Arte, un ciclo que en sus comienzos tenía la premisa de convocar a bandas que comulgaran con artistas plásticos y visuales. La experiencia de llevar a cabo la primera fecha de R&A fue agotadora y a su vez satisfactoria.“Para nosotros fue una movida grandísima, fue como un Lollapallooza. Nos movimos mucho para poder hacerlo, me acuerdo que llegamos a levantar como 40 publicidades y tuvimos que hacer un flyer doble para que entren todas, para mí salir y poner la cara para conseguir auspiciante fue algo nuevo”, recuerda Oscar.
Nos juntábamos a tomar birras, a charlar, a joder y un día dijimos ‘che hay que hacer algo acá, un festival algo’. Se hacían cosas pero nosotros queríamos hacerlo de otra manera, laburar en una puesta de escena, convocar no sólo a músicos. Algo más
El bautismo de fuego fue en abril de 2015, en Malabaryarte, un lugar que fue clave en esos años para la escena cultural santarroseña, una opción más que potable para agitar por fuera del circuito de bares y boliches. Esa noche le dejaría más de una enseñanza al ahora manager y productor, una de ellas fue la de no convocar a más de tres en bandas en un show nocturno. Algo que no volvería a repetir en el futuro. ”Es un bardo, porque los tiempos se acortan, y más todavía si la prueba de sonido termina tarde o si alguna banda no llega a hacerla. Desde esa vez aprendí a que es fundamental administrar los tiempos”, resuelve, y apunta que esa noche la vivió frenéticamente. “Estuve corriendo todo el tiempo. Me iban rindiendo la plata de las entradas y no podía parar de sacar cuentas. Calculaba cuanto nos faltaba para costear las birra, el sonido, todo”.
En el debut no hubo grupos de metal, la grilla en ese momento respondió más al gusto de Díaz que al de Oscar. Luego de desvirgarse con la producción de su primer show, el cual fue más que auspicioso metiendo más de 150 personas en el salón de la avenida Circunvalación, la jornada le dejaría otra revelación. “Metimos un montón de personas para lo que es Malabaryarte y no sobró un peso. Salimos hechos. Ahí me di cuenta que esto es remar en dulce de leche con dos escarbadientes, pero me gustó“.
Oscar y Díaz consolidaron Rock&Arte en sucesivos shows con músicos y artistas de diferentes ramas durante todo el 2015. Realizando fechas en Jockey y el Social, y se sumaría Facu Díaz al proyecto. Ya con la particularidad que los eventos con bandas convocadas por Alcaráz pasaron a llamarse Rock&Arte Metal. “Empezamos a dividir nuestros gustos, yo obviamente me encargaba de traer grupos metaleros y Mauri de otro palo, pero laburábamos a la par en todas las fechas”, dice.
Si bien la marca Rock&Arte ya estaba instalada en 2016 y Oscar empezaba a cumplir con su fetiches metaleros trayendo bandas del circuito nacional como Agaisnt, Pigwall, Ranterío entre otras, y a su vez activando fuertemente con la escena local, él no estaba pasando por el mejor de los momentos en su vida personal. “Mambos por los que pasa uno”, desliza obviando detalles. En parte, esa situación desencadenó su salida de R&A. “Estuve alejado de las fechas que se armaron durante ese tiempo, fueron un par de meses en los que únicamente cumplía con mi laburo de cadete en una mensajería. Estaba mal. Recién volví a colaborar cuando trajeron a Amel, la banda del hermano del flaco Spinetta al Teatro Español. Pero yo no estaba al ‘100’”, recuerda el productor. Semanas más tarde, con el desgaste ya consumado, Oscar emprende su camino en solitario en el management y la producción de eventos alejándose de Rock&Arte, y aclara que fue en buenos términos. “Si ellos me necesitan para que les de una mano, estoy. Y sé que yo también puedo contar con Mauri y Facu”.
La productora de la cual fue fundador y que en su génesis tuvo como mandamiento imponer lo artístico por sobre cualquier otra cosa generando un marco distintivo y de calidad a sus shows, fue poco a poco absorbida por el clima de época, doblegándose y respondiendo sumisamente a sus demandas.
Golpe a Golpe
Ya con varios shows sobre el hombro, sumado a la plena recuperación del bajón que lo tambaleó y con la certeza de que ahora le tocaba hacerse cargo del cien por ciento de cualquier movida que quisiera agitar, el panorama resultaba un tanto prometedor para dar un paso más y clavar otra tilde en el casillero de fan boy y hacedor. “Había llegado del laburo, cansado, y me pongo a escuchar Horcas, y no sé, en un momento digo ‘¿y si los traigo?‘, cuenta. Horcas es indiscutiblemente uno de los 5 jinetes del metal argentino. La legendaria banda de Walter Meza marcó a fuego a Oscar desde pendejo. “Es la banda de mi vida”, resalta. Horcas ya había tocado en Santa Rosa, pero no en las mejores condiciones. Lo había hecho en la parte de “arriba” de Jockey. “Me movilizaba el hecho de traerlos y que lo hagan en un escenario, también en Jockey, pero no como aquella vez”, dice. Sin dudar demasiado tomó el teléfono y se comunicó con la manager de la banda bonaerense. “Inflé el pecho y saqué chapa”, apunta Oscar, refiriéndose al momento de arreglar los costos para la llegada de Horcas. “Me tiró un número muy alto, altísimo. Así que le die que no, no daba, pero con la ilusión de que vuelva a llamarme”, recuerda.
Había llegado del laburo, cansado, y me pongo a escuchar Horcas, y no sé, en un momento digo ‘¿y si los traigo?‘
¿Cuáles son los principales costos al traer una banda del porte de Horcas?
Y, todo. Desde el cachet, el viaje, el hospedaje, la comida. Es todo muy estresante. Te aseguro que una semana antes no dormís. Y la noche anterior al show ni te cuento. Hay que llegar a cubrir los costos con las entradas para arreglar lo que te pidió la banda, eso es lo primero, porque con el sonido podés arreglar de otra manera. Le das una parte, al sonidista y el resto cuando puedas juntar la plata. Pero con la banda no podés hacer eso.
A las pocas horas la manager de Horcas llamó con otras pretensiones, algo más accesibles. “Bajó el cachet, lo bajó bastante. Le dije que sí. Cerré las patas”, dice Oscar, que al toque de cortar la llamada advirtió que la que se venía no iba a ser fácil: “En la que me metí”, sacudió. Para concretar la fecha lo convocó a Marcelo Ardovino, quien fuera el que trajo por primera vez a Santa Rosa a la banda de Meza. Ya con toda la movida en marcha arregló con Jockey y se acercó a Cultura de la municipalidad para que le cedan uno de los tres escenarios móviles con los que cuenta. “Antes te los prestaban, ahora te los cobran”, señala el productor santarroseño.
“Cuando lo vi a Walter Meza bajar de la combi le reventé las espalda a abrazos”, dice Alcaraz sobre a llegada de Horcas a Santa Rosa, y esta vez convocados por él. “Yo ya los había visto un par de veces, me había sacado fotos con ellos en Buenos Aires, pero no era lo mismo. Ahora los estaba trayendo a mi ciudad para tocar. Pasar el día con ellos, llevándolos de un lado par ale otro, jugar un picado, comer con ellos. Es otra experiencia”, sostiene. La preocupación de todo productor a horas de un show grande y riesgoso, no terminaba de concretar el goce pleno de estar tomando birra y masticando con los tipos que lo formaron culturalmente. “Ya estaba el asado en la mesa y yo no podía dejar de manijear con las entradas para el reci. Las anticipadas venían muy tranquilas. Estaban en Lokuras, el local de ropa que estaba a la vuelta de Jockey”. A la tarde, tipo 4 cuando ni bien abrió ya le estaba mandando mensajes a Vicko, la dueña, para ver si se estaban moviendo o no las entradas. De salir mal teníamos que comer arroz toda la semana”, cuenta Oscar.
¿Pudiste relajar en algún momento antes del show?
Más o menos, te diría que no, ja. Mientras ellos probaban sonido a la tarde yo estaba yendo y viniendo a Lokuras. De Jockey a Lokuras, de Lokuras a Jockey, estaba obsesivo por las entradas. Así estuve durante toda la prueba de Horcas. En un momento me había calmado y me quedé en Jockey, sin ya darle bola. Dije ‘fue, que pase lo que tenga que pasar’. Al rato suena el teléfono y era Viko, del local “Albo, traeme más entradas que las que me dejaste ya se vendieron. Sentí algo de alivio. Pero todavía me quedaban muchas por vender y salvar el cachet de la banda. Al rato de llevarles las entradas me vuelve a llamar para que le lleve más. Ahí sí, se me normalizó la respiración. Estábamos terminando la prueba y viene Vicko con la recaudación. La abrazamos con Chelo Ardovino, no entendía nada ella. Qué manera de sufrir ese día, pero todo joya. El show salió impecable.
Mientras ellos probaban sonido a la tarde yo estaba yendo y viniendo a Lokuras. De Jockey a Lokuras, de Lokuras a Jockey, estaba obsesivo por las entradas. Así estuve durante toda la prueba de Horcas. En un momento me había calmado y me quedé en Jockey, sin ya darle bola. Dije ‘fue, que pase lo que tenga que pasar’
Vetamadre, Montañas, Chewuelche y Antidemon (Brasil), fueron algunas de las bandas que llegaron a Santa Rosa de la mano de Alcaraz. Muchas de ellas nunca habían pisado suelo pampeano. Ya habían pasado tres años de la visita de la formación liderada por Meza y la relación con Oscar era óptima desde aquella vez, por lo cual, si las condiciones estaban dadas, podían volver para una noche más de headbanger y pogo. Aunque la regla indique que las segundas partes (¿y visitas?) no suelen ser buenas.
Ardiendo en llamas
“Después de 3 años los volví a traer. No era el mejor momento. Pero bueno, es metal”, sintetiza Oscar respecto a la realización del show que casi lo lleva a mandar todo a la mierda. Horcas volvía a Santa Rosa en 2019 y lo hacía nuevamente por la gestión de Alcaraz. No era particularmente un momento sencillo económicamente –aunque nunca lo es- para traer a una banda de la escena nacional. Oscar no pudo decir que no cuando esta vez fue el llamado de la manager de Horcas con la propuesta de una fecha en la ciudad. La banda se dirigía a Neuquén y querían concretar una fecha más en su paso obligado por La Pampa. “Yo no estaba muy seguro y un poco me tomó por sorpresa el llamado. No estaba convencido sobre todo porque no tenía un extra de mi bolsillo para afrontar gastos si la movida salía mal. Era Horcas, me confié en que era Horcas”, resuelve Alcaraz sobre la segunda visita del grupo en tres años.
¿Qué fue lo que salió mal?
Todo lo que podía salir mal, salió mal (risas). Dos semanas antes del show las entradas anticipadas se clavaron, igual gran parte del público de acá no se maneja comprando anticipadas, sabía que el mismo día la cosa podía mejorar. Pero es un garrón cuando la venta se clava y pasa a ser irremontable. No sólo paso eso, la prueba de sonido fue un desastre. Me equivoqué de sonidista. Me lo habían recomendado, me dijeron que laburaba bien y no cobraba tanto. Ahí el boludo fui yo. Estuve mal, aprendí de eso. Cuando estaban cableando para la prueba me fui a mi casa a darme un baño, estaba destruido. Agotado. Salgo de la ducha y veo que tengo una llamada perdida de Mauro (Queupul), el cantante de Kyrios, que esa noche era banda soporte. Lo llamo y me cuenta que el sonidista era un desastre, no daba pie con bola. Todo, todo complicado. Me quería matar. Cuando me cuenta eso corto y lo llamo al “Tano” Malizia a las doce y media de la noche: “Tano, me tenés que salvar”. Le pedí que por favor me de una mano y se encargue de operar el sonido. Me hizo el aguante.
Entraste en conflicto con el sonidista que habías contratado, supongo. ¿Cómo resolviste eso?
Sí, claro, fue una situación picante. No quería dejarlo operar al Tano. Me calenté, me saqué y le dije ‘yo soy el que está pagando el sonido, y además vos no das pie con bola’. A ver, tenía que resolverlo. El Tano se puso al mando de la consola y en el segundo tema de Kyrios ya los hizo sonar como metallica. Pero bueno, ojalá sólo hubiese sido que el operador era malo. Tampoco fue la convocatoria, que si bien no estuvo tan tan mal, fue muy por debajo de lo que esperaba. Lo que me demolió fue cuando después del show un músico de Horcas se me acerca para decirme que se les había roto un equipo. No lo podía creer, chabon. La banda decía que había sido por un desperfecto del sonido que había contratado. Yo no podía ni pensar ya. Era un equipo de más 80 lucas. Me comprometí a hacerme cargo, aunque la responsabilidad era del sonidista. Le exigí que se hiciera responsable. Sólo aportó 20 lucas. Al día de hoy tengo un bardo con ese pibe.
¿Cómo terminó tu noche?
Nada, llegué a casa, me senté a una silla agaché la cabeza y dije ´’a esto no lo hago más, hasta acá llegué’. Iba a llamar al otro día a los pibes de Kyrios para decirle que largo todo. Basta. La situación me superó, créeme. Pensé en enfocarme en mi laburo, en mis hijas y bueno, listo. No podía volver a pasar por otra situación como esta.
¿Y qué fue lo que te hizo cambiar de opinión?
Se dio que en un mes venía A.N.I.M.AL., los traía Luis Torres, alguien de acá, que también está en la movida. Me pidió una mano. Yo estaba hecho mierda, pero me puso bien que me llamara. Lo que si le dejé en claro es que lo ayudaba en lo que necesite, menos en la cuestión monetaria. Me dijo que me quedara tranquilo, que con eso no había problema. Y bueno, que querés que te diga, ya estando en el show de A.N.I.M.A.L. me di cuenta que esto era lo mío, no me podía mentir. Es ahí donde me siento pleno, estando con las bandas, organizando, haciendo.
Domingo 16 de enero – Combativos/Nor – Pateando El Tablero Bar Social y Cultural
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