El Atuel, barrio de los olvidados: “Tengo miedo de sentarme en el inodoro y morir aplastada”

Zulema (empleada doméstica, 48 años) se sentía una “reina” cuando llegó al barrio Río Atuel. Se separó de su marido el 5 de enero del 2012. Armó los bolsos, agarró a sus hijos –mellizos- y se fue de la casa; empezó una nueva vida. Vivió en sucuchos, en sitios insalubres, en lugares con “mala gente”. En 2015 le llegó la oportunidad de mudarse al Atuel.

Los recuerdos inocentes y dichosos  de su niñez están impregnados en cada tira del mítico barrio. “Este es mi lugar”, se dijo. “Yo de chica viví prácticamente en el Atuel”, cuenta. “Tenía una amiguita que vivía acá y yo la envidiaba”, dice.

“Mi sueño era venir a vivir al Atuel”.

Se mudó pero los problemas empezaron a manifestarse rápidamente. “Se dan estas cosas, de llegar y que todo esté rompiéndose”, dice a Revista Bife en la entrada del departamento de planta baja.

Tres gatos se escurren entre los muebles. Afuera el cielo está despejado pero adentro del baño una gota cae del techo, sobre el inodoro. Al caer, otra gota asoma desde el cielo raso y empieza a desprenderse, dando lugar a una nueva que, lenta e ininterrumpidamente, va a caer. Como un reloj de arena en cuenta regresiva.

“Somos un barrio olvidado. Si alguien se pone la mano en el corazón, busca alguna solución. Porque es muy triste lo que estamos viviendo”.

El techo tiene el aspecto de un cadáver. Está negro y picado. Es el agua y la humedad. Las cañerías rotas que bajan desde el segundo piso, pasan por el primero (“mi vecina está peor que yo”) y toman todas las paredes de la casa de Zulema.

Arriba del baño de Zulema está el baño de la vecina y en el techo que las separa ya se puede ver la panza en la estructura. El cemento está quebrado y empieza a vencerse.

“Hace un año y medio cuando rompimos todo el baño para intentar arreglarlo, era como si te metieras en un chiquero, ponías la pata y te hundías en el barro”, dice. “Después pintamos pero fue de gusto porque a los 3 meses empezó a gotear de nuevo y ahora empeoró todo”.

La habitación está rajada. El piso cede, parecen arenas movedizas. Las paredes chorrean. Si se hace un agujero con el taladro en el baño para colocar estantería, se retira la mecha de la herramienta llena de barro.

“Tengo miedo de sentarme en el inodoro o de estar bañándome y que se me caiga el techo, morir aplastada. No tengo calidad de vida. La humedad es insalubre. Además atraen a todas las cucarachas del barrio”, lamenta.

“Otro gran miedo de todos los días es la corriente, porque si hay tanta humedad cualquier cosas que utilices, como un secador de pelo, puedo provocar una tragedia. Yo tengo mellizos de 15 años que viven conmigo y no podemos estar más así”

“Este problema lo tenemos la gran mayoría, casi todo el barrio. Todas las semanas aparecen más departamentos irrecuperables. Y nadie hace nada, están esperando a que ocurra algo verdaderamente grave”, concluye.

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