PERISCOPIO URBANO sociedad

Festival de Calles: ¿El santarroseño entonces es un caravanero?

No hay antecedentes del tamaño de la masa alegre y danzante que se concentró en el centro. ¿El motivo? Ninguno en particular. Conclusiones y definiciones sociológicas acerca del espíritu fiestero del santarroseño.

By Noel Parra /

Se hacen malabares para llegar a fin de mes por la crisis económica, es mitad de semana y mañana se trabaja, las bandas están buenas pero convengamos que no vino el Indio Solari, habían descuentos pero nadie regalaba nada, me quiere explicar usted, amable y supuesto perezoso santarroseño ¿cómo es que se concentró casi el 7 u 8% de la sociedad en la av. San Martín?

¿Tantas ganas de joder tenía? ¿Tan necesitados de fiesta estábamos? Evidentemente sí, y escribo esto con el corazón embriagado, gozoso y danzante. No hubo un llamado a una revolución, no se pretendió pegarle un voleo al nuevo intendente de Santa Rosa, y lo que veo -subido a cochochito de un amigo- parecen las imágenes de Chile en plena revuelta social. Pero acá no, estábamos de fiesta, estábamos festejando… ¡nada en particular! Un simple llamadito, una convocatoria de tomar una cerveza “en la calle” y ya nos concentramos como la horda alegre y salvaje que en el fondo todos somos pero que en un momento algún aburrido nos quiso tapar.

Mire la secuencia, observe qué interesante: para el primer miércoles hubo una modesta difusión, alguna movida en Instagram por parte de los organizadores (la Cámara de Comercio y el sindicato de Empleados de Comercio) y concurrimos a la calle Yrigoyen como ese perro medio desconfiado que con las orejas gachas y moviendo la cola te observa de lejos mientras uno le ofrece mimos. Para el segundo, recibimos el mimo y respondimos con unas 4.500 personas hasta la 1 de la mañana. Ya para el tercer y último festín, no fue necesaria tanta difusión porque el virus de la fiesta se había esparcido, el acontecimiento ya estaba consolidado: un aluvión zoológico en el centro de la ciudad. ¿Qué pasaría si organizamos un cuarto festival? ¿Qué límites se podrían romper?

Caravaneros

Da miedo y al mismo tiempo adrenalina pensarlo.

Miedo tenían los organizadores, según le dijeron a Revista BIFE, porque si bien no hubo un solo percance, la euforia desparramada de la gente advertía para las 12 de la noche que de acá “no nos vamos nada, que nos saquen a patadas”. ¿Cómo mandar a sus casas a los caravaneros? Era la pregunta que con cierta preocupación se hacían. Si uno de los organizadores, Roberto Nevares por ejemplo, hubiera tenido el coraje de agarrar el micrófono y decir:

“Muchas veces he asistido a reuniones de caravaneros. Siempre he sentido una enorme satisfacción, pero desde hoy sentiré un verdadero orgullo, porque interpreto esta joda colectiva como el renacimiento de una conciencia de caravaneros que es lo único que puede hacer grande e inmortal a Santa Rosa. Ahora, por favor mis queridos fiesteros, desmovilícense en paz, vayan a sus casas”.

Si alguien hubiera agarrado el micrófono en ese sentido, el pueblo hubiera respondido favorablemente, agradecido de tanta algarabía y emoción. Pero no, nadie lo agarró. Dicen que, como por la tarde en Instagram subieron memes de rituales que se hacen para enviar energías al universo con la intención de que no llueva, en ese momento se pusieron a rezar para que caigan unas gotas, confiando que iba a desmovilizar a la masa. Y así sucedió. “Por suerte”, nos dicen nuestras fuentes. Al principio le dio una épica que parecía intensificar todo. Imagínese: cerveza, música, baile, calor, agua, fiesta. Pero rápidamente se cortó la música y muy de a poco la gente se empezó a desmovilizar.

**última edición del Festival De Calles**

Mucha gente empezó a salir del Registro Civil con una sonrisa de oreja a oreja. Esto me llamó la atención, teniendo en cuenta que es un organismo donde la gente se casa o espera un trámite burocrático. Pero claro, ahí había un puesto cervecero. En total, fueron 9 los comercios que participaron en este último evento. Aunque antes, comenzado el Festival de Calles, la gente se desparramó por otros bares y restoranes para morfar o chupar. Santa Rosa se activó. No se sabe con exactitud cuánto se trabajó, pero debe haber sido una suma jugosa para los trabajadores del comercio.

Hice un recorrido en medio de la fiesta absolutamente desubicado, con fines periodísticos, claro está, para informar a la sociedad de buena manera, y esas cosas. Entonces pregunté a todo tipo de personas: ¿Cómo hacés para chupar y comer tanto con la malaria que hay? Y las respuestas fueron: “¿Cómo? Qué se yo, me ajusto durante la semana, ¡no me jodas!”, “¿Eh? No vengas acá a dramatizar por la situación”, “¿Qué cómo hago para chupar? Tomá esta cerveza y no te quejes, estamos de joda, Noel”. De modo que se llegó a la conclusión que, en el fondo, el santarroseño es un caravanero. Persiste cierto pacto implícito que dicta, ante cualquier iniciativa: “no tiene sentido” o “acá no se puede”, pero ahora quedó demostrado que ese es un eslogan imaginario.

Imagínese: hoy en día todo se presta para el desencuentro y el aislamiento. Las redes sociales dan la sensación de conexión pero lo mantienen a uno nunca antes tan alejado del otro. Además, uno se relaciona con su burbuja, jamás sucede un imprevisto en Internet. Sumado a eso, tenemos Netflix y ahora, por si fuera poco, está Pedidos Ya que fomenta la modorra de no salir de la casa. con todos estos aspectos de la contemporaneidad, el santarroseño hizo un bollo y lo tiró al tacho de basura.

No molesté más y me dirigí a un puesto a beber una cerveza. La lluvia empezó a caer pero la gente no se retiraba. Querían que la música siguiera. Un trasnochado puso “Sabalero” desde su celular y comenzó a bailar. Una horda menor de delirantes más lo acompañaron, mientras dos pibas de unos 22 años acababan de llevar con más sed que una pasa de uva en Algarrobo del Águila. Sin embargo, ya no vendían más birras. Resolvieron, entonces, ir a un bar. La fiesta seguía.